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El calvario de buscar atención en salud para la tercera edad eL DERECHO A LA SALUD DE ADULTOS MAYORES

Eran casi las seis de la mañana del jueves 30 mayo. Hacía mucho frío, pero debía salir a buscar la noticia. Caminando unas cuadras llegué a mi objetivo: el Centro de Salud de la ladera este de la ciudad de La Paz. A lo lejos, en un ambiente todavía silencioso y tranquilo, se escucharon los ruidos de un motor. Enseguida vi llegar un auto blanco Toyota, algo antiguo pero muy bien cuidado. El conductor estacionó lentamente y se quedó unos minutos dentro del auto.

La persona que bajó del motorizado me pareció conocida. Me pregunté entonces, ¿dónde lo vi antes? No pude recordar…A veces pienso que estoy perdiendo ciertos detalles y me preocupo, no vaya a ser que algún día hasta olvide cómo me llamo. Pero, en fin, luego de mi drama existencial, volví a fijarme en el señor que bajó del auto blanco. Era un señor de aproximadamente unos 75 años, muy alto, algo encorvado, con un cabello extremadamente blanco, lentamente se acercó a la fila. Llevaba una chamarra negra y un pantalón bastante arrugado que hacían juego con unos zapatos mocasines muy gastados y sin brillo. El señor se acomodó en la fila de más de 20 personas.

Inicialmente me ubiqué al frente. Ahí se podía sentir con menor intensidad el viento helado de madrugada. Desde ese lugar podía ver la larga fila de personas que ese día buscaban ser atendidas por el médico. Exactamente había 12 personas adultas mayores. Se las veía más cansadas. Estimo que estaban alrededor de los 70 a 80 años. Todas solas. Las otras personas eran mujeres relativamente jóvenes que cargaban, algunas entre sus brazos y otros en su aguayo a sus hijos pequeños. Difícil situación para esas madres porque tenían que combatir una temperatura que fácilmente llegaba a unos 2 grados bajo cero.

Cruzando la acera me ubiqué como última en la fila, de hecho para iniciar conversación con el señor. No fue difícil entablar una charla con don Félix (mi entrevistado se llamaba así). Le pregunté la hora, lo clásico para iniciar una charla, y de ahí él comenzó a contarme todo. Parecía adivinar que necesitaba de un testimonio para realizar mi trabajo final del diplomado sobre Derechos Humanos. Cayó como anillo al dedo.

Él estaba ahí porque necesitaba que el médico le dé una transferencia para el hospital Los Pinos donde decía que hay un buen médico que podría operarlo de una hernia inguinal que se le presentó por segunda vez y que ya comenzaba a causarle dolor. Mientras se frotaba las manos, relató que nunca tuvo seguro de salud. “De joven no necesitas, tienes fuerzas y estás con todas tus facultades” me dijo. Muy pensativo afirmó que la vejez viene con sus problemas y la enfermedad es uno de ellos. “Se necesita mucho dinero para tener un buen tratamiento” ” suspiro y continuó contando que hace más de cinco años tuvo que buscar apoyo económico para que lo operen porque ya no podía aguantar las molestias de su primera hernia. “Tuve que conseguir 4.000 bolivianos para pagar al CIES de mi operación”, me contó. “Ahora que estoy más viejo, no creo que pueda conseguir para una operación en clínica privada, así que voy a probar hasta donde es verdad la publicidad de este gobierno”, me dijo algo irónico, a tiempo de confesar que no cree que tenga éxito la implementación del Sistema Único de Salud, porque es una atención muy básica.

Por su edad avanzada, don Félix tiene muchos problemas de salud. Por años sufre de presión alta y poliglobulia; se nota a simple vista porque tiene un color morado en la piel del rostro. También tiene afecciones en el estómago que son producto de una obstrucción en el colédoco, pues “no tengo vesícula y algunos cálculos que produzco quieren obstruirlo”, me decía.

Don Félix no paraba de hablar, era muy divertido y ameno. Concluí que es un asiduo del servicio de salud porque periódicamente se hace controles del corazón en el Hospital de Clínicas, donde también hace largas filas para lograr su ficha. “El doctor es bueno, me hace controles y los análisis no los pago pero nunca puedo ver los resultados, los medicamentos me los compro yo”, decía.

Este personaje por años trabajó como chofer del transporte público, primero como asalariado y luego pudo comprarse un colectivo. “Nunca fui buena cabeza” –dijo sonriente- y “ahora tengo mi autito pero no puedo trabajar como taxi porque ya estoy viejo, me falla la vista y perdí la paciencia con los choferes jóvenes porque son irresponsables, no conocen de las normas de tránsito y son muy atrevidos”, remarcaba mostrando molestia.

A medida que conversaba con él me preguntaba qué sería de su familia y cómo sustentaba sus gastos de alimentación, vivienda, medicamentos, el crédito para el celular y el combustible para su auto. Decidí indagar en ello logrando que me responda que su ingreso viene del Bono Dignidad; pero que vive en la casa de su hijastro, él le da la alimentación y la vivienda, además de pagar el alquiler de un parqueo para su “Toyotita”. “Si tuviera que pagar alquiler y comida no me alcanzaría” decía.

Entre charla, risa y melancolía, de repente me di cuenta que la fila se hizo larguísima. Al menos 50 personas esperaban ser atendidas. Cerca de las 8 de la mañana se abrió el centro y comenzaron a repartir la ficha. Había pocos asientos. Le pregunté a don Félix si podía quedarme hasta que lo atiendan porque me interesaba saber si lograba la transferencia. Fueron pasando las horas, pero nunca faltó tema de conversación, hablamos sobre política, sobre la época en la cual el manejaba camiones con carga viajando a diferentes ciudades y a la frontera con Chile. Me contó sobre sus partidos de futbol y el gol que había hecho de arco a arco. “Yo era buen arquero y mi estatura me ayudaba, además tengo las manos grandes”, me mostró. De pronto escuchamos anunciar el nombre de don Félix. “Por fin”, dijo él, “aunque la charla está amena… espéreme”, me dijo.

Pasaron los minutos, al menos fue un cuarto de hora que don Félix estuvo en el consultorio. Se veía tranquilo. Se despidió muy amable del personal del Centro. Aunque me pareció muy corto el tiempo dentro del consultorio imaginé que logró su transferencia. Me acerqué a él, ansiosa de saber el resultado.

“El doctor me dijo que no es de preocupar la hernia, que todavía está pequeña y que me hará unos controles más para ver cómo avanza”. ¡Oh no!, dije en mi interior ¿Entonces tendrá que volver aquí?, le pregunté, a lo que asintió la cabeza diciéndome que sí. ¿Y no está furioso?, cuestioné. Sintiendo que se partía el alma, le escuché decirme: “Qué puedo hacer, tengo que esperar porque sin esa transferencia no me van a atender". "Además me dijo que si ve necesario me hará la transferencia al Hospital La Merce, pero no a Los Pinos".

Don Félix es una de tantas personas de edad avanzada que buscan atención médica para superar las múltiples enfermedades que les aquejan. Estamos todavía lejos de que el Estado permita que los ancianos vivan una vida con sentido, aún estando al final del camino.

Los Estados Parte deberán diseñar e implementar políticas públicas intersectoriales de salud orientadas a una atención integral que incluya la promoción de la salud, la prevención y la atención de la enfermedad en todas las etapas, y la rehabilitación y los cuidados paliativos de la persona mayor a fin de propiciar el disfrute del más alto nivel de bienestar, físico, mental y social. Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, ratificada por Bolivia el 21 de diciembre de 2016.

VER INFOGRAMA https://my.visme.co/projects/ep966z8v-untitled-project

Credits:

Portada del libro "Acompañar a la persona de la tercera edad en su vida cotidiana"; fotos de la aplicación spark; fotos propias

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