Loading

La Carta de Amor por Nikki Asuncion ~ 11/30/23

El 1 de mayo de 1896

“Angelo, tienes que responderle a ella,” Ramón sugiere con emocionado.

“Tengo mejores cosas que hacer, especialmente porque la revolución va a empezar pronto,” respondo con vacilación. Él debería saberlo mejor que nadie porque es el líder de los revolucionarios filipinos en nuestro pueblo. Él, más que nadie, debería saber que meterse con los colonos españoles no es una buena idea en este momento debido al frágil clima político.

Sé que no debería haberle contado a Ramón lo que me había pasado esta mañana. La última casa del barrio español donde entrego cartas es la mansión de los Villanuevas, y entregué su correo como siempre. Desafortunadamente, una de las cartas escritas por Raquel Villanueva, la hija de un rico empresario español, tuvo que devuelto a ella. El destinatario de esta carta era Arturo Reyes, otro rico empresario español que vive a un par de pueblos de distancia. Al parecer, su casa ahora está abandonada, y supongo que él huyó el país para evitar la guerra. Expliqué todo a la criada que abrió la verja de la mansión de los Villanuevas, y ella respondió frenéticamente que debo buscar al Señor Reyes o de lo contrario la Señorita Villanueva perderá la cabeza. Como un cartero, está más allá de mi ámbito de trabajo a encontrar personas desaparecidas.

Después de contar todo esto a Ramón, agarró con entusiasmo la carta, la abrió, y la leyó en voz alta y burlona. Nos dimos cuenta de era una carta de amor íntima para Arturo Reyes. Ramón insiste que finja ser Arturo y responda a Raquel para meterse con la cabeza. Fascinado con la idea que, si esto funciona, ella no tendría ni idea de que soy yo, Angelo Cortés, y no Arturo Reyes, quien está escribiendo una carta de amor.

“Voy a tirar esta estúpida carta a la basura,” digo, persistentemente rechazando su idea.

“Angelo ¡eres demasiado serio! ¡Relájate!” se ríe y me da una palmada en la espalda.

“¿Por qué no lo escribes?” pongo los ojos en blanco.

Ramón se encoge de hombros y camina rápidamente hacia la puerta. Lo abre y dice, “No puedo. Tengo mejores cosas que hacer.”

Cierra la puerta detrás de él, dejándome en su oficina. Este solía ser su dormitorio, pero empujó la cama a la esquina, pusiera un escritorio y una silla, y ahora es su oficina. Es resto de este lugar solía ser su casa, pero lo transformó en el cuartel general de la revolución, a pesar de su espacio minúsculo. Afuera hay mucho ruido y movimiento mientras otros hombres y mujeres filipinos de nuestro pueblo preparan para la guerra. Todavía no somos soldados. Por el momento sólo estamos intercambiando mensajes con el resto del país.

Pienso en lo que Ramón dijo, que soy demasiado serio. Hay algo de verdad en sus palabras y lo odio. Él siempre ha sido el amigo divertido y carismático, y equilibro eso siendo más reservado y estoico. Ya ser parte de la revolución fue arriesgado para mí, y no quiero crear más problemas. Pero quizás Ramón tiene razón. Quizás debería relajarme.

El 21 de agosto de 1896

Dicen que la guerra empezará muy pronto. Podría ser dentro de un mes, o dentro de una semana, o podría ser mañana. Quién sabe… Pero puedo sentirlo en el aire. Algo es diferente. Tal vez es la anticipación después de esperar tanto. Tal vez es el miedo del desconocido, si ganaremos o no y si estaremos vivos o muertos al final de esto. Tal vez es toda la esperanza que cargamos todos los días.

Pero también, estoy preocupado de algo más. No debería haber escrito esa carta a Raquel porque ella la creyó. Ella fue tan tonta a creerme, que yo era Arturo. Y también fui tonto a enamorarme de ella.

Por tres meses, nos hemos estado escribiendo cartas de amor sobre nuestros sueños para el futuro. Ella le sorprendió que la pregunté sobre sus panes, ya que se parece que Arturo no le gusta oír hablar de sus sueños de viajar alrededor del mundo. Él piensa que sus sueños son inútiles cuando ella puede simplemente quedarse en casa para cuidar de su futura familia. Pero para ella, ahora soy Arturo, así que la dije que cambié mi opinión. Yo, “Arturo,” la dije que siempre ha sido mi sueño viajar por el mundo, pero me he sido callado.

El verdadero es que, yo, Angelo Cortés, realmente quiero viajar por el mundo. Aunque, no lo he hecho porque no tengo dinero ni los recursos. Usualmente, camino por el pueblo bajo los rayos abrasadores del sol con una bolsa de correo colgando alrededor de mi torso. Mi piel se oscurece cada minuto y mis pies forman callos uno encima del otro. Sólo puedo soñar de los lugares que quiero viajar.

Por otro lado, Raquel ha ido en el tren alrededor de Europa y ha cruzado el Atlántico en barco a América. Dice que no puede esperar a mostrarme cómo la Estatua de Libertad da la bienvenida a los nuevos llegados con los brazos abiertos. Quiere llevarme a la gran variedad de museos que hay allí para podríamos desfrutar juntos el arte. Quiere llevarme a Central Park para podríamos caminar juntos durante una fría mañana de otoño y mantenernos caliente. Sueña con mudarse a Nueva York conmigo y empezar una nueva vida allí. Actualmente, ella sueña con empezar una vida con Arturo, no conmigo. En cambio, estamos atrapados aquí, en Filipinas, porque su padre no quiere doler su propio ego si huyó del país, y su complaciente madre aceptó quedarse con su esposo. Mientras tanto, he estado atrapado aquí. Y mientras ningún milagro me bendice con una gran cantidad de dinero, estaré aquí hasta enterré bajo la tierra.

Pero un día ¿y si le digo quién soy realmente? La he convencido de que soy una persona más cariñosa que el verdadero Arturo a través de mis cartas de amor y puedo demostrar que voy a cuidar de ella.

Haré cualquier cosa para surcar los mares y poner un pie en tierras lejanas.

El 23 de agosto de 1896

“¡Angelo, levántate! ¡Levántate!

Sorprendido por los fuertes golpes en mi puerta, me levanto de la cama. Miro a mi ventana para comprobar si hay señales de sol, pero está oscuro afuera. Supongo que todavía es media noche.

Los golpes en mi puerta continúan y me apresuro a abrirla.

Sin aliento, mi vecino Ricardo dice, “Ya comenzó, Angelo. La revolución.”

Mi corazón cae. “¿Ha comenzado?”

Él asiente rápidamente. “Estamos saqueando y luego quemando las mansiones del barrio español cercano. Vamos.”

“¿Q-Que?” tartamudeo mientras me pongo los zapatos. Lo único que puedo pensar en es Raquel.

“Qué quieres decir?” Ricardo dice impaciente. “¿No es esto lo que querías? Tú sugerías que hiciéramos esto tan pronto como comience la revolución.”

Recuerdo haber eso sugerido. “Sí, sí. Vamos,” respondo, tratando de no parecer derrotada. Cierro la puerta y camino rápidamente hacia el barrio.

Ya veo a un grupo de hombres corriendo en la dirección de las mansiones. La calle rocosa, normalmente oscura en esta hora de la noche, está iluminada porque de los fuegos encima de las antorchas agarradas por las hordas de hombres. Hoy hay luna llena y las estrellas titilantes se ciernen sobre nosotros. Me pregunto si a Raquel le gusta mirar el cielo nocturno para admirar las estrellas. Me hubiera encantado dejar una manta en la cubierta del barco, acostarme con ella, y señalar a ella las costelaciones que conozco.

Finalmente, llegamos al barrio y hay caos por todos lados. Los incendios iluminan todo el barrio. Los revolucionarios filipinos están golpeando a los colonos españoles. Las mujeres y los niños corren frenéticamente sin ningún lugar ir. Los gritos furiosos de los revolucionarios y los gritos temerosos de los españoles son abrumadores. Mi corazón se acelera con cada paso.

“¿Dónde está Ramón?” pregunto a Ricardo con una voz alta.

“Lo veo allí,” él grita. Señala la mansión más grande, y mi corazón duele aún más. Es la mansión de los Villanuevas.

Corro hacia Ramón y él vuelve hacia a mí.

“Angelo, finalmente estás aquí.” Me entrega una antorcha enorme, ya encendida. “Hazme el honor, ¿quieres?”

Yo vacilo y él lo siente. Él empuja la antorcha más cerca de mí, y la agarro. Cruzamos las puertas para ver más de cerca. Afuera, sólo se puede ver la mitad superior de la casa, y lo que hay dentro es aún más grandioso. La mansión, la que tiene dos pisos y es de estilo español, es muy enorme y por todas partes hay una exuberante vegetación nativa de nuestra tierra.

“Es hermoso, ¿no?” Ramón suspira. “Es una pena que pronto se convierta en cenizas.”

Él gira la cabeza para mirarme un rato, como si estudiar mi rostro. Luego, desvía su mirada hacia la mansión, como si ordenarme a tirar la antorcha ya.

Y así lo hago, y los demás revolucionarios hacen lo mismo. Uno a uno, los fuegos abrasadores aterrizan en la mansión. Lo único que puedo hacer es verlo crecer y crecer, hasta que envuelva por completo la casa de Raquel. Poco a poco, me siento mareado, y el zumbido en mis oídos se hace más fuerte. No importa si ella está ahí o no. De cualquier manera, desde ahora ella no sobrevivirá quedarse en este país.

Finalmente, el caos se calmó. No más saqueos, no más gritos furiosos, no más gritos de miedo, no más gente corriendo en todas direcciones. Lo único que quedó fue el olor embriagador de las casas quemadas y el crepitar de las llamas restantes. Ramón mueve su zapato a través de los escombros y luego se vuelve hacia mí. Giro la cabeza para ver su rostro, que parece hundido bajo las llamas del fuego.

“Aquí,” él toma mi mano y pone algo en mi palma. “Un recordatorio de quién eres.”

Él levanta la cabeza. Veo que sus ojos están llenos de enojo, pero también hay tristeza detrás de ellos. Nos quedamos congelados por un momento. Luego, él camina hacia mi dirección, finalmente me pasa y sigue caminando. Mientras escucho sus pasos que desvanecen, miro mi mano y encuentro un relicario dorado allí. Confundido, lo abro.

Es una foto de Raquel y Arturo.

Ramón debió descubrir que yo seguía escribir cartas de amor a Raquel, aunque no sé cómo. Pero la cosa es, nunca olvidé quién era. Siempre recordé que soy un revolucionario, no un amante. Quizás no estaba realmente enamorado de Raquel. Quizás sólo quería vivir mis sueños a través de ella.

Sobre la Autora

Nikki Asuncion es una estudiante de tercer año en la Universidad de Arizona. Ella especializa en psicología y español. En el futuro, ella quiere ser una terapeuta ocupacional pediátrica y trabajar con comunidades subrepresentadas. En su tiempo libre, le gustan leer novelas, fotografía, jardinería, pasar tiempo con su familia y sus amigos, y viajar a nuevos lugares.