Asistimos a un constante incremento de la polarización. Cada persona, como un partisano, se encierra en sus principios y ve en el otro a un enemigo con el que no hay que discutir, sino al que hay que ignorar o eliminar del debate público. La conversación del zasca niega la posibilidad del diálogo y la convivencia. Frente a esa actitud se alza la cultura del perdón: concederlo y pedirlo.
El perdón no identifica a nadie con sus actos, sino que recupera la dignidad del victimario. Por eso, en este artículo nos hemos hecho varias preguntas que abordamos con expertos en psicología, criminología, acompañamiento personal, investigación y pastoral universitaria: ¿Es posible perdonar? ¿Es necesario ser perdonado? ¿Y perdonarse a uno mismo? En algunos ámbitos de la UFV y en especial en algunas Facultades se reflexiona constantemente sobre estos temas, y es desde el Instituto del Perdón desde donde se promueve y se investiga.
Es necesario que exista la posibilidad de volver"
Clara Molinero, directora del Grado en Psicología de la UFV y psicóloga clínica, en su consulta empezó a descubrir la importancia del perdón. Hoy trata de convertir esa experiencia en programas de entrenamiento pues "detrás de mucha sintomatología hay asuntos sin perdonar. Muchos traumas tienen detrás a las personas que han hecho que ocurran. Y hay gente que precisa perdonarse a sí misma".
Clara Molinero forma parte del recientemente inaugurado el Instituto del Perdón de la UFV. "Hasta ahora la psicología se había centrado en construir personas saludables y fuertes, pero no trabajaba el ‘camino de vuelta’, la posibilidad de redimirse del mal causado, de reconstruir". De eso trata la metodología del perdón.
La directora del Instituto cuenta que «no se puede obligar a perdonar. Perdonar es una acción voluntaria que da lugar a una virtud, cercana a la magnanimidad». El instituto se inspira en el modelo del International Forgiveness Institute, fundado en la Universidad de Wisconsin por Robert Enright. «Nuestras formaciones empiezan distinguiendo qué es el perdón de qué no lo es. Trabajamos con prisiones en EE. UU. para que los reclusos recuperen su sensibilidad moral.
La noción de perdón no ha estado siempre de moda. «De hecho, el leit motiv de muchos es ‘no me arrepiento de nada’ pues ‘las cosas son como son’. Muchos jóvenes te dicen que no tienen nada que perdonar, que prefieren juntarse con la gente que les hace bien y separarse de los que les hacen mal (lo que ahora llaman gente tóxica). Pero esa forma de vivir sale muy cara porque te empiezas a encontrar sin nadie alrededor. ¡Tarde o temprano todos te fallan!».
Ejemplos de esta conducta, señala Molinero, se ven en «lo poco que duran algunos matrimonios. Parece que allí no hubiera camino de vuelta, que la relación vale mientras todos nos hagamos bien. En cuanto no sea todo perfecto, rompemos. ¡No cabe disculpa! Y no cabe porque así ‘no nos debemos nada’. Pasa parecido en comunidades de vecinos, herencias, negocios… Parece que somos ‘sociedad’ mientras la relación funciona, y nos quedamos solos en cuanto deja de hacerlo: no sabemos reconstruir la relación». Así, la gente se aísla para no sentirse defraudada y para no defraudar, olvidando que «es una necesidad que exista la posibilidad de volver».
"Por ese acto se reconoce la dignidad del otro a pesar de su ofensa, se abandona cualquier tipo de odio o de reclamo de venganza, y no se pierde de vista a la persona completa. Alguien no es sólo lo que nos ha hecho". Respondiendo ‘ojo por ojo’ el ciclo de la violencia puede perpetuarse y pasar de una generación a otra.
Que sea gratuito significa que el perdón es un regalo: va más allá de la justicia retributiva. "Eso sí", destaca Clara Molinero, "no proponemos un perdón que exima de responsabilidades judiciales o penales. Ni siquiera que quien perdona tenga que volver a exponerse al riesgo. Se puede perdonar al culpable, reconocerle toda su dignidad, pero no hay por qué restaurar la relación con él. A lo mejor se perdona a un hijo, no se le guarda rencor, se le tiene la estima que se le tenía antes de que hiciera daño, pero eso no quita denunciarle si le tengo que denunciar o evitar que siga en casa con nosotros".
El perdón sana, afirma. "Te puedes sobreponer al trauma, perder el miedo…, pero si no perdonas te sigue pasando factura".
El perdón a uno mismo «nos lo piden en cárceles y personas mayores». A menudo nuestra mayor carga, más que el daño a otros, son las propias faltas. Lo vemos con muchos al final de la vida que necesitan integrar el pasado. Ante un ‘perdono pero no olvido’ les digo que muy bien, ¡que no olviden!: todas las experiencias que tenemos nos nutren. Pero que traten de perdonar. Y a quienes piensan que ‘no perdonaré jamás’ les diría que el perdón es libre, y que al perdonar cambia tu vida».
El Instituto del Perdón de la UFV, coordinado por María Serrada, desarrolla una investigación integral que va desde la definición y comprensión del concepto hasta su aplicación práctica en diversos contextos.
Comenzaron con mesas redondas para clarificar qué es y qué no es el perdón, seguido por la creación y validación de herramientas para medirlo. Además, implementan programas educativos dirigidos tanto a niños en escuelas de Madrid como a estudiantes universitarios, con el apoyo de mentores. Destacan también iniciativas de auto-perdón enfocadas en grupos específicos. El Instituto busca extender su impacto mediante la capacitación de educadores y facilitadores que, a su vez, puedan formar a otros, utilizando manuales validados para asegurar la calidad y eficacia de la formación impartida.
Ninguna persona se reduce a lo que ha hecho"
David Roncero, profesor del Grado en Psicología y del Grado en Criminología en la UFV, desarrolla proyectos de investigación con la fundación GINSO, como uno reciente sobre factores protectores ante el suicidio o el diseño de un entorno de realidad virtual para trabajar la violencia con este tipo de chicos.
Su trabajo iba dirigido a la reinserción y a la rehabilitación. Para ello identificaban los factores disfuncionales de las vidas de esos muchachos, que casi siempre eran el origen de la posterior conducta criminal. "Afortunadamente, a diferencia con prisiones, sí hay medios. En menores los grupos de jóvenes eran de cinco a doce, con un tutor por grupo, veinte chicos para cada psicólogo. Había espacio para intervenir de forma individualizada, entrevistas semanales, seguimiento por parte de todo el equipo".
Esto era especialmente llamativo: la necesidad de vínculos y límites, sin los que la educación resulta imposible. "Como profesional tienes que poner límites: si quiere un permiso y tú consideras que no es bueno para él, tienes que comunicárselo cara a cara, explicárselo y darle razones. Y él tiene que aprender a frustrarse. Si ven que vas de corazón, que te preocupas por ellos también al limitar, se consigue".
A David Roncero le parece que el perdón juega un papel fundamental en la vida de estos jóvenes.
Cuando llegué a la UFV no conocía la terapia del perdón. Ahora se me ha completado la visión. A menudo los chicos delinquen actuando por un rencor desplazado. El rencor contra todo puede hacer que la agresión se desplace a otros focos. En cambio, si logra perdonar a quien le hizo daño rebajará mucho los niveles de ira, de agresividad y encontrará más fácilmente la paz".
La justicia restaurativa logra humanizar al otro"
En cambio, le parece que el mayor reto era lograr que se perdonaran a sí mismos. "Había que enseñarles a asumir la responsabilidad y el daño que habían hecho. Pero al hacerlo corríamos el riesgo de que se redujeran a esa identidad, que se definieran sólo como ‘abusador’, ‘violador’, y desesperaran por no poder arreglar el daño que habían cometido, por no poder reparar al agredido. Les quedaba el gran paso: perdonarse a sí mismos. Al hacerlo debes verte desde fuera, entender por qué lo hiciste, y también saber que tu identidad, que tu persona, no se reduce a eso: ¡puedes ser mucho más! Si te paras en la responsabilidad, la culpa te aplasta, no te deja continuar. Que te perdonen y perdonarte: ambos tipos de perdón son muy necesarios".
Francisca Lozano es doctora en Psicología, mediadora profesional de la justicia restaurativa desde 2005 y profesora de la UFV de esta asignatura tanto en el Grado en Criminología como en el Grado en Derecho en la Facultad de Derecho, Empresa y Gobierno. Ester Pascual es directora del Grado en Criminología donde da clase de delincuencia juvenil, derecho procesal penal y derecho penitenciario. Ha sido mediadora de justicia restaurativa desde 2003.
Por justicia restaurativa Francisca entiende "un paradigma que aboga por una gestión alternativa y complementaria a los delitos, distinta a como los solemos entenderlos desde la justicia tradicional. Pretende devolver a las partes implicadas el protagonismo en la gestión del conflicto. Entiende que el delito no es solo una transgresión del Código Penal, sino también un hecho que afecta a todas las personas implicadas: víctima, victimario y al resto de la sociedad, impactada por el efecto de ese delito. La mediación penal es complementaria al sistema judicial y aporta beneficios para todos los implicados".
En especial, facilita que la víctima se acerque a comprender el sentido de lo que ha sufrido a través del diálogo con la persona que cometió el delito. Y el delincuente se hace consciente de su responsabilidad.
"No se trata sólo de aplicar el baremo de la justicia", subraya Ester Pascual, "sino de entender por qué se cometió el delito, qué sintió el victimario y qué reparación también económica debería ofrecer a la víctima. La justicia restaurativa pretende la reparación material y la emocional: cerrar el duelo al obtener respuestas que le expliquen por qué sucedió y que les ayuden a no culpabilizarse". Verse, escucharse, comprenderse: iniciar un diálogo que pueda ser sanador.
Para esto es necesaria la figura del mediador. Ester relata cómo éste "es un profesional que puede haber estudiado derecho, trabajo social, psicología, educación, medicina… Lo importante es que esté formado y conozca las herramientas de este trabajo". Se puede aplicar en distintos contextos: "la mediación penal, antes del juicio; la mediación en fase de ejecución de sentencia: cuando el juez tiene que decidir si el condenado en firme va a prisión, le suspenden la pena con código de conducta o le mandan a un centro de desintoxicación se abre una fase muy propicia para otro proceso de mediación. Si la persona ya ha entrado en prisión encontramos la mediación penitenciaria para conflictos entre presos o los diálogos restaurativos. Estos son para personas condenadas, ayudan a personas que son conscientes, o quieren ser conscientes, del daño que han generado, y hablan con la víctima pues necesitan de ese diálogo para reparar. Se trata de dos sujetos, víctima y victimario, que tienen la necesidad de hablar cara a cara".
A pesar de las dificultades, la justicia restaurativa tiene gran eficacia y logra cambios impresionantes en condenados que cambian radicalmente durante el proceso de diálogo.
Comenzaron a aplicar este método en 2005 en la cárcel de Valdemoro, Madrid 3. "Aunque había escepticismo entre los funcionarios", cuenta Ester, "fueron viendo que era muy positivo que los presos estuvieran pacificados y que reinara un clima de concordia en los módulos. ¡Eso era mejor también para los trabajadores! Hoy se practica justicia restaurativa en casi todas las cárceles de España".
Al preguntarles sobre el papel del perdón en este paradigma, lo contemplan como "algo muy conveniente, aunque el horizonte es la reparación de la víctima, que el ofensor repare de manera sincera y comprometida. Sin embargo, dialogar facilita que se abra la necesidad de pedir perdón y de perdonar. A veces no hace falta decirlo: la forma en que se miran, el acercamiento, que se comiencen a preguntar sobre su vida, son signos de perdón, de humanizar al otro", cuenta Francisca, quien afirma que casi todas las víctimas, tras encuentros con los culpables de delitos de extrema gravedad, coinciden en decir que desconocían el potencial del perdón.
Francisca y Ester coinciden en que la justicia restaurativa también puede aplicarse en la familia o en las relaciones laborales.
En la UFV se cultiva un espacio para el diálogo muy especial: el acompañamiento académico durante todo el proceso formativo. Se trata de una propuesta única e identitaria de la institución, que despliegan en todos los niveles de la relación. Tasio Pérez, psicólogo experto en terapia de pareja, trabaja en el Instituto de Acompañamiento, desde donde difunden esa disposición a acompañar al alumno, entre profesores y personal de administración y servicios.
"Acompañar es que el alumno tenga una experiencia donde perciba que hay siempre alguien dispuesto a estar junto a él para ayudarle a profundizar sobre la experiencia que tiene en la universidad y los desafíos a los que se enfrenta durante estos años". El objetivo "es ayudar a la persona a que desarrolle su potencial. No son tutorías académicas, ni clases particulares, ni sesiones de psicoterapia, sino un espacio donde acompañamos al alumno a lo largo de sus etapas en la Universidad que genere una experiencia de crecimiento personal".
En su educación anterior el alumno ha avanzado por una especie de pasillo mecánico como el de los aeropuertos, pasando de infantil a bachiller. De repente aterriza en la universidad, donde no hay pasillo mecánico, sino que tiene que andar por sí, pues es una decisión que él o ella ha tomado libremente. La universidad no es una academia, es un lugar de crecimiento. Así entiende la UFV el paso por la Universidad, como un lugar de desarrollo académico y personal.
¿Cómo lo hace la UFV? Por medio de un programa de acompañamiento único que incluye asignaturas que invitan a esta reflexión profunda (Introducción a los estudios universitarios y Competencias de la persona en 1º; Antropología y Responsabilidad Social en 2º), con la realización de prácticas sociales en 2º y con las mentorías personales o grupales.
Señala Tasio Pérez que "no hay relación humana en la que no aparezca la dimensión del perdón. Ninguna relación podría sobrevivir sin la virtud del perdón. Cualquier persona a la que quieres y que te quiere, tarde o temprano te falla y hacer daño, o le fallas y dañas: amigos, familiares…".
Pedir perdón no es sencillo porque requiere de una humildad que muchas veces no tenemos, un valor esencial para el liderazgo y educarlo para ser un buen líder
Para Tasio Pérez el verdadero problema es otro: "perdonar a veces es muy complicado porque a muchos les faltan referencias de perdón".
Esta presencia del perdón es importante en el proyecto formativo de la UFV pues "nuestra meta es formar personas que transformen la sociedad de acuerdo con los valores cristianos. Y el perdón es una de las muestras más potentes del amor de Dios a los hombres y de los hermanos entre sí. Sin perdón no puede haber una sociedad sana. El perdón es un eje central del cambio que queremos trabajar con nuestros alumnos".
Dios no se cansa de perdonar: que nosotros no nos cansemos de pedir perdón"
En abril de 2024, se ha inaugurado la nueva capilla de la UFV, bajo la advocación mariana de Sede de la Sabiduría. Con ella se subraya la inspiración católica de la UFV: la casa del saber levantada en torno a la casa de Dios, donde la fe y la razón se dan la mano para que todos los que forman parte de esta comunidad (alumnos, personal de administración y servicios, profesorado, familias) tengan ocasión de encontrarse con la misericordia de Dios.
El padre Justo Gómez L.C., capellán de la UFV desde hace quince años señala que "la capellanía busca que todas las personas de la UFV encuentren la cercanía de un Dios que nos ama y que está con nosotros. Los capellanes, que también queremos ser cercanos, están para mostrar lo más grande: esa paternidad de Dios".
Así, el padre Justo considera que el catolicismo no es una religión centrada en el miedo a un Dios severo, sino al contrario: "la balanza está en el lado del perdón y la misericordia. Dios es un padre que nos ama y que habla en la conciencia, en el corazón que ‘está inquieto hasta que no descansa en ti’ (San Agustín). Nos habla también a través de la Iglesia, que enseña la doctrina. Y sirviéndose de las circunstancias de cada uno. Por eso en la capellanía consideramos clave la escucha. Tratamos de mostrar que, como dice el papa Francisco, el nombre de Dios es misericordia. Hay gente que esto no lo ha descubierto, que ve la fe como un conjunto de normas u obligaciones".
A la cuestión de si en el catolicismo puede perdonarse todo, responde que "Dios perdona todo si tenemos actitud de arrepentimiento y si libremente pedimos perdón". Coincide sin saberlo con Clara Molinero: el perdón nace de la libertad, tanto pedirlo como darlo. "Dios no impone, no coarta la libertad. Dice el papa Francisco: ‘Dios no se cansa de perdonar. Que nosotros no nos cansemos de pedir perdón". De hecho, el único pecado que no puede ser perdonado es el de quien –por desesperación o por engreimiento– no reconoce que Dios le pueda perdonar. Es decir, el de quien no quiere ser perdonado: ‘Dios que te creó sin ti no te salvará sin ti’, en palabras de San Agustín. Por lo demás, insiste el padre Justo, "Cristo está con los brazos abiertos. Las parábolas del hijo pródigo o de la oveja perdida nos hablan de que ése es Dios, que es misericordia".
Facilitar que se produzca ese encuentro es la razón de ser de la Capilla de la Sede de la Sabiduría. "La hemos hecho para todos, para que cada uno de nosotros nos encontremos con Él. Dios nos conoce muy bien, sabe cómo estamos hechos. Y Cristo señaló que el camino ordinario para el perdón pasa por el sacramento de la confesión. Para mí este sacramento es un regalo. Lo digo como penitente. Al confesarme me llena de paz la seguridad de escuchar tus pecados te son perdonados. Eso es precisamente lo que veo cuando alguien se confiesa conmigo. Necesitamos de esa certeza. Dios no da puntada sin hilo, y los sacramentos tienen esa dimensión de evidencia física, en este caso las palabras de la absolución".
Considera el padre Justo que los efectos cotidianos en los jóvenes de la comunidad universitaria de ese perdón son, "ante todo, paz y alegría, unidas al deseo de seguir a Cristo que le ha perdonado y al que se necesita. Creo que una señal de que se hacen las cosas bien es que vivamos alegres. Además, la confesión no solo perdona los pecados sino que da gracia para vivir. Lo que importa no es lo que nosotros hacemos, sino lo que dejamos que Dios haga en nuestras vidas. ‘El buen salvaje’ no funciona: tenemos una inclinación al pecado, a la debilidad. La pereza, no estudiar…, nos sale más natural que el esfuerzo o la generosidad. Y necesito de una fuerza que me tire para arriba: ese es el papel de la gracia de Dios".
Los sacerdotes de la capellanía están siempre abiertos a hablar con quien lo desee, a escuchar y a impartir los sacramentos. "Todos los capellanes estamos disponibles en cualquier momento, sin necesidad de cita. Pide y te damos. En la puerta de la capilla están los nombres de los más de diez capellanes con sus teléfonos y e–mails, disponibles ante cualquier necesidad. ¡Que sea fácil! La vida ya es suficientemente complicada. ¡Ayudémonos entre todos! Nosotros, los sacerdotes, estando disponibles".
Pedir perdón, perdonar, perdonarse son actos de virtud que facilitan la vida.
Para la UFV, “importa lo que harás, pero importa más de qué estás hecho. Por eso, como universidad late el compromiso, la ilusión y la confianza en que, frente a una realidad incierta, compleja y líquida, frente a la aceleración digital y la disrupción tecnológica, serán las personas quienes harán posible la revolución que transforme la sociedad y dote de significado al progreso.
De las aulas de la UFV salen universitarios con la altura que necesita la sociedad, porque se forman en todas las dimensiones de su ser. Así entendemos la Revolución Humana.