Las tradiciones textiles de los pueblos originarios incluyen un conjunto de expresiones artísticas elaboradas con materias primas de origen vegetal, animal o sintético que se fabrican de manera tradicional, es decir, por un conocimiento ancestral que se transmite de generación en generación, y que tienen fines utilitarios, decorativos y de vestimenta. Sin embargo, también se crean objetos sagrados llenos de simbolismo que se ofrendan a los dioses y se usan en ocasiones solemnes como parafernalia ritual.
El arte textil es una expresión cultural de los pueblos originarios que abarca distintas dimensiones que van desde la creación y producción colectiva a la comercialización potenciada por los grandes mercados de consumo, con todas las problemáticas derivadas de estos procesos. Actualmente, en México los pueblos originarios portadores de las distintas tradiciones textiles se enfrentan a procesos de patrimonialización que matizan y descontextualizan la producción textil, dando pie a la apropiación cultural y al plagio de diseños originales. Es por estas razones que es necesario recalcar que los objetos textiles son un aspecto muy importante de los sistemas de conocimiento de las comunidades que los hacen, las técnicas, el manejo de fibras, el uso de tintes, la confección y los diseños de prendas hacen posible la existencia de estas tradiciones; su desplazamiento o desaparición impacta en la pérdida de otros sistemas culturales como la lengua, pues si las tradiciones y los elementos que las acompañan ya no existen no es necesario nombrarlas.
En esta exposición se muestra el uso de objetos tejidos utilizados en el ámbito sagrado de las comunidades que los producen, con el fin de que el espectador dimensione el gran valor que le otorgan los pueblos originarios a estas piezas, pues son parte de ofrendas y prácticas que les permiten entrar en comunión con sus dioses. Haremos un recorrido visual por las tradiciones textiles manifiestas en el ciclo ritual de los pueblos hablantes de lenguas otopames (otomí, mazahua, chichimeca jonaz), de la región centro del país que incluye los estados de Querétaro, Michoacán, Guanajuato y la CDMX.
Los pueblos originarios mantienen una serie de celebraciones religiosas que estructuran los calendarios anuales de fiestas, algunas de ellas han sido heredadas de la época prehispánica y transformadas durante los últimos cinco siglos, otras fueron traídas por los evangelizadores cristianos o promovidas por instituciones estatales, pero todas confluyen en la repetición de los ciclos naturales, principalmente las prácticas agrícolas. Formando una trama de relaciones simbólicas que se materializa en el ir y venir de los hilos en el telar y de la aguja del bordado.
Los eza’r o chichimeca jonaz dividen el año en dos temporadas, la de secas y la de lluvias, y a su vez cuatro tiempos, (I) Kunhé ne’ni (en lengua uza’ o chichimeco), se refiere a la época en la que vienen los aires del poniente, es en esta época cuando los pueblos hablantes de lenguas otopames celebran a San Felipe, se hace el Carnaval y se observa el Equinoccio; (II) Kuri uih uba’, el tiempo de aguaceros y lluvia, comienza con la fiesta de la Santa Cruz, le sigue la de San Isidro, la del Corpus Christi y la del Señor Santiago; (III) Kunhé ur’í ni, cuando llegan los aires del oriente, fecha en la que se celebra el encuentro otomí-chichimeca con las fiestas de San Ignacio, San Luis Rey y San Miguel Arcángel; y (IV) Uba’ ust’a ek’ats ki machi, tiempo de cosecha y frío, es cuando se hace la fiesta de San Judas, se celebra a los muertos y se ofrenda un Chimal a la Virgen de Guadalupe.