La semana pasada os pedimos mediante el Instagram de nuestro Instituto (@ibgmcomunicacion) que nos preguntaseis dudas que tuvieses sobre el cáncer; podían tratarse de genética, cáncer hereditario, de mama, cáncer de tiroides. En definitiva, lo que se os ocurriese. Al final, lo importante era dar respuesta a vuestras inquietudes, ya que sois un buen reflejo de las preocupaciones de la población sobre esta problemática. Esas respuestas han llegado y llevan el sello de tres de nuestras investigadoras predoctorales del IBGM CSIC UVa de Valladolid -en concreto, Lara Sanoguera, Mónica Arranz e Inés Llinares-, y las encontrarás a lo largo de este reportaje.
"Nosotras no podemos dar ninguna receta para evitar esta enfermedad, ojalá pudiéramos", señala Lara Sanoguera, del grupo Splicing y Susceptibilidad al Cáncer. "Al final es una dolencia multifactorial que depende, como bien dice la palabra, de muchos factores, y algunos de ellos no podemos esquivarlos, como por ejemplo el paso de los años, o la genética de cada persona. De hecho, la edad, es uno de los factores de riesgo más importantes a la hora desarrollar un cáncer ya que nuestras células envejecen, se vuelven 'majaretas' y, una de las posibilidades, es que acaben originando un tumor". Aun así, es verdad que hay indicios de que una dieta saludable y hacer ejercicio diario reducen las probabilidades de sufrir cáncer. "Se trata de no meter tantas papeletas en la urna. Tristemente ocurre que una persona que se comporta de una manera totalmente saludable, y sigue las recomendaciones, aun así desarrolla un cáncer, pero lo que sí es cierto es que, cuanto más nos cuidemos, menos probabilidades hay. No lo podemos evitar, aunque sí le podemos poner más trabas a la enfermedad en su camino", nos cuenta Inés Llinares, también investigadora del grupo de splicing (1).
En definitiva, lo único que podemos hacer para tratar de "evitar" un cáncer es seguir un estilo de vida saludable que incluya estar físicamente activo y eliminar el consumo de sustancias que pueden ser tóxicas para nuestro organismo, como el alcohol y el tabaco; mantener una dieta saludable; y participar en los programas de detección precoz que nos ofrece nuestro sistema de salud. El ejemplo más representativo de la importancia de esta detección precoz, por lo mediático y ejemplarizante del mismo, fue el de Angelina Jolie. Su abuela materna había sufrido de cáncer de ovario; a su madre le diagnosticaron cáncer de mama y cáncer de ovario a la temprana edad de 40 años; y, lamentablemente, su tía materna falleció también a causa del cáncer de mama. La actriz optó, entonces, por someterse a un estudio genético que reveló una mutación maligna en el gen BRCA1. Una vez contó con esta información, tomó una decisión preventiva: se sometió a una mastectomía (extirpación de mamas) y a una salpingo-ooferectomía (extirpación de ovarios y trompas de Falopio), eliminando así drásticamente el riesgo asociado a la enfermedad.
Además, también se debe participar en las campañas de vacunación, como la del virus del papiloma humano (VPH), que puede acabar desencadenando -en última instancia-, un cáncer de cuello de útero. "Este es un virus que ha entrado tantas veces en contacto con el ser humano, que ha incorporado en su genoma un proto-oncogén, causa que induce o favorece el desarrollo de, por ejemplo, un cáncer de cuello de útero", explica Mónica Arranz, del grupo de cáncer hereditario.
Y es que hay dos tipos de genes principales que pueden desarrollar un cáncer: los proto-oncogenes y los genes supresores de tumores. El desarrollo tumoral comienza cuando se produce una alteración genética, bien de ganancia de función en un oncogén, o de pérdida de función en un gen supresor de tumores. Este proceso lo podríamos explicar mediante una metáfora: "Nuestro cuerpo, al igual que un vehículo, cuenta con un freno de pedal y otro de mano. Si nos imaginamos un coche, el acelerador serían los proto-oncogenes, que en condiciones normales están propiciando el crecimiento y la división celular, mientras que los frenos serían los conocidos como genes supresores de tumores, cuya función es justo la contraria, y no es otra que ralentizar el crecimiento y la división celular y evitar la acumulación de mutaciones en nuestro ADN. Por tanto, una mutación en uno de nuestros proto-oncogenes de ganancia de función transformará el proto-oncogén en un oncogén y hará que nuestras células se 'aceleren' y puedan acabar generando el tumor. En cambio, al igual que en nuestro coche, si el freno de pedal no funciona, podemos tirar del freno de mano o viceversa, y solo perderemos 'la capacidad de frenar' cuando ambos dejen de funcionar. En los genes supresores de tumores necesitamos que las dos copias del gen porten una mutación que inactive su función para que pueda iniciarse un cáncer", nos describe Arranz de manera muy gráfica para que lo entendamos.
Pese a que nuestras investigadoras no son clínicas, y esto hay que tenerlo en cuenta, nos tratan de respuesta a esta pregunta. "El cáncer de colon cuenta con una particularidad: tarda mucho en dar la cara. Cuando aparecen los síntomas suele estar avanzado, por eso son muy importantes las revisiones para prevenir la enfermedad o diagnosticarla de forma precoz. En términos generales, la sintomatología puede estar relacionada con la pérdida de peso sin motivo aparente o la sangre en heces. Como científicas os recomendamos que, cuando os llegue el aviso del hospital para participar en el programa de detección precoz del cáncer colorrectal, acudáis. Es una muestra muy fácil de obtener y salva vidas. Al final, lo mejor es prevenir antes que curar, por eso hay que participar en las campañas preventivas que nos ofrece el sistema sanitario español. Pillarlo a tiempo es la clave. Realmente, la prevención es el mejor tratamiento".
Al final, la prevención es el mejor tratamiento
Para poder dar respuesta a esta cuestión hay que recalcar que no es lo mismo hablar de nuestro padre o hermana, que de un tío abuelo o una prima segunda. Lo mismo ocurre con un cáncer diagnosticado a los 30-35 años u otro a una edad avanzada, ya que esta dolencia está relacionada con el envejecimiento y la probabilidad de que nuestras células acumulen mutaciones. "Cuando tratamos con un cáncer en edad avanzada, no hay sospechas que nos indiquen que pueda ser de tipo hereditario. Lo más probable es que sea esporádico. Entonces, lo primero que debemos tener en cuenta es la edad de aparición del cáncer; lo segundo, saber si el familiar afectado ha acudido a un programa de prevención de cáncer unitario para someterse a pruebas genéticas. ¿Por qué? Pues porque yo puedo tener un familiar con cáncer, pero no heredar la mutación. Por tanto, lo que hay que hacer es que sean los afectados los que se sometan al estudio genético. Una vez se ha encontrado o no la mutación en ese familiar, se amplia el campo de análisis si se considera necesario", concreta Arranz.
Otro caso es, por ejemplo, el del cáncer de mama esporádico. La edad media de los casos gira entorno a los 50 años. En este tipo de cáncer, la causa se debe a los cambios hormonales. "Una vez se han revisado los criterios a cumplir para formar parte de los programas de prevención de cáncer hereditario por parte de las comunidades autónomas, lo más importante es acudir a la consulta de Atención Primaria, desde donde se nos derivará. Cumplido este paso, entraríamos dentro del estudio genético. Nuestro trabajo en el laboratorio del cáncer hereditario consiste en realizar esos estudios genéticos del Programa de Prevención de Castilla y León en los pacientes de la zona este. Para su adecuado funcionamiento es vital que acuda el 'caso índice'. Nos referimos a la persona afectada por la enfermedad y que inicialmente lleva a la identificación de una posible predisposición genética en una familia. Siempre que esté disponible es mejor analizar sobre las personas que están enfermas, que en los familiares sanos. Puede ser que mi madre sí tenga una mutación, pero yo no la haya heredado, entonces no se encontraría nada", concreta la investigadora. Una vez dentro del programa de prevención de cáncer hereditario, en función de la mutación que se haya identificado como causante del cáncer de mama se puede, entre otras opciones:
- Ofrecer recomendaciones sobre el estilo de vida
- Tomar decisiones quirúrgicas como la mastectomía y la salpingo-ooforectomía profilácticas
- Aplicar quimioprevención primaria con tamoxifeno u otros moduladores selectivos de los receptores de estrógenos
- Incrementar la vigilancia en portadoras (examen clínico de mama, mamografías, resonancia magnética y ecografías)
- Tratar con iPARP para portadoras de mutaciones en BRCA1/2 con cáncer de mama metastásico.
El problema existente reside en que, aproximadamente el 50% de las familias que acceden a estos programas de prevención de cáncer hereditario, cumplen los criterios, pero no se detecta ninguna mutación. Y no porque no exista, sino porque portan una mutación que aún no se sabe si está o no vinculada con la enfermedad. "Lógicamente, en esas familias va a haber más controles y revisiones que en el resto de la población, porque, si cumplen criterios, muy probablemente la genética esté implicada en el desarrollo del cáncer, pero no se pueden aplicar medidas de prevención o tratamientos personalizados. Por eso es tan importante investigaciones como la nuestra, ya que se encargan de buscar en el ADN nuevos cambios vinculados con el cáncer de mama, para que cada vez más familias con cáncer de mama hereditario tengan su mutación localizada y se les puedan aplicar medidas profilácticas y tratamientos adaptados al gen que está mutado en su ADN", señala Sanoguera.
"Sí que hay ciertos genes que confieren susceptibilidad a algunos tipos de tumores. Por ejemplo, BRCA1 y BRCA2 están muy relacionados con el desarrollo de cáncer de mama e incluso con el cáncer de próstata en hombres. Hay otros que no se sabe todavía su contribución al desarrollo de cáncer, pero sí que se tiene alguna idea de que ciertos genes concretos pueden desencadenar un tipo de cáncer u otro", reconoce Llinares. Recientemente, nos comenta Sanoguera, se han llevado a cabo varios proyectos internacionales en los que se han estudiado varios genes relacionados con el cáncer de mama tanto en controles como en pacientes con cáncer. Uno es el Breast Cancer Risk after Diagnostic Gene Sequencing (BRIDGES). Gracias a él, se ha demostrado que, en el caso del cáncer de mama hereditario, serían ocho los principales genes de susceptibilidad a este tipo de enfermedad (BRCA1, BRCA2, PALB2, ATM CHEK2, RAD51C, RAD51D y BARD1), estudios muy en sintonía con el trabajo que realizan nuestras investigadoras en el IBGM, ya que de ellas depende identificar nuevas mutaciones vinculadas al cáncer de mama.
El objetivo principal del proyecto BRIDGES, financiado por la Unión Europea, es establecer la conexión precisa entre genes específicos el riesgo de desarrollar cáncer de mama. Esta herramienta de fácil acceso tiene como objetivo proporcionar estimaciones personalizadas de riesgo para facilitar decisiones clínicas informadas.
Como comentábamos anteriormente, esto no implica que padezcamos una mutación en ese gen y vayamos a desarrollar solo exclusivamente cáncer de mama. No es tan sencillo. Ni siquiera significa que lo vayamos a desarrollar a lo largo de nuestra vida, aunque contemos con más papeletas que el resto de la población. Es por ello que la investigación que realizan grupos como los del IBGM CSIC-UVa de Valladolid es fundamental para tratar de descubrir cuál es el papel de cada gen y de las mutaciones en los mismos en esta enfermedad -y en concreto, el cáncer de mama-, puesto que la mayor arma con la que cuenta la sociedad para combatir el cáncer, es la información. Como hemos puntualizado anteriormente, si sabemos qué mutación está causando un cáncer, podremos rodearnos de las herramientas necesarias para protegernos, como son las medidas de prevención o qué tratamientos aplicar en las familias con cáncer hereditario según el gen que esté mutado en nuestro ADN, y que vienen especificadas en las guías de la National Comprehensive Cancer Network (NCCN). Estos manuales abarcan recomendaciones sobre temas cruciales relacionados con la prevención y detección del cáncer, así como consideraciones sobre cuidados de apoyo. De ahí que destaquemos la información como vía de protección, y sigamos respaldando las investigaciones dirigidas a una medicina enfocada en la prevención -además de la identificación precisa de mutaciones genéticas-, que permitirá aplicar medidas preventivas y tratamientos adaptados a cada persona.
"El futuro apunta a prevenir el cáncer, en lugar de tener que curarlo", concluyeron.
(1) La técnica del splicing se refiere a cómo se "edita", por decirlo de una manera sencilla, el mensaje genético antes de fabricar proteínas. Cuando se produce un gen, se fabrica una versión inicial llamada ARN precursor. Luego, en el proceso de splicing, se eliminan algunas partes (intrones) y se unen otras (exones) para formar el ARN maduro que se traduce en proteínas.