El Titanic y los jesuitas La historia de francis browne sj

¿Sabías que hay fotos del Titanic antes de que se hundiera? Esta es la historia del hombre que las tomó y cómo se salvó de la tragedia.

Su nombre era Francis Browne, un jesuita irlandés y fotógrafo aficionado. En 1912, su tío, el obispo de Cloyne, le regaló un billete para viajar en el Titanic desde Southampton hasta Queenstown, Irlanda. Browne no se lo pensó dos veces y subió al barco más grande y lujoso del mundo.

Browne llevaba consigo su cámara, un regalo de su tío. Durante el viaje, aprovechó para tomar fotografías del Titanic y sus pasajeros. Capturó escenas de la vida a bordo, como el gimnasio, la sala Marconi, el comedor de primera clase, su camarote y los paseos por las cubiertas. Entre las personas que fotografió se encontraban algunos de los pasajeros más famosos del Titanic, como John Jacob Astor IV, el hombre más rico a bordo, y el capitán Edward Smith. También retrató a niños jugando, parejas enamoradas, marineros trabajando y emigrantes.

Las fotografías de Browne son algunas de las últimas imágenes conocidas del Titanic antes de su hundimiento. Son testimonios únicos e irrepetibles de una época y un acontecimiento que marcaron la historia. Pero ¿cómo es que Browne pudo conservarlas y difundirlas al mundo?

El voto de obediencia salvó la vida del P. Browne

La respuesta es que Browne tuvo mucha suerte. Había hecho amistad con una pareja de millonarios, que se ofrecieron a costearle el billete a Nueva York. Cuando llegó a Queenstown, pidió permiso para continuar, pero recibió un telegrama de su superior ordenándole que regresara a Dublín. Browne obedeció y desembarcó del Titanic, llevándose consigo su cámara y sus negativos.

Al día siguiente, el Titanic chocó contra un iceberg y se hundió en el Atlántico, llevándose consigo a más de 1500 personas. Así fue como Browne se convirtió en el fotógrafo del Titanic y en uno de los supervivientes más afortunados de la catástrofe. Pero su vida no se detuvo ahí. Se ordenó sacerdote en 1915 y sirvió como capellán militar en la Primera Guerra Mundial, donde fue herido y condecorado varias veces. Después de la guerra, volvió a Irlanda y siguió ejerciendo su ministerio y su pasión por la fotografía. Tomó miles de imágenes de paisajes, personas, eventos y lugares por todo el mundo. Murió en 1960 a los 80 años y dejó un legado fotográfico impresionante.

El gimnasio del Titanic