INTRODUCCIÓN

Villa Alta de San Ildefonso es un pequeño asentamiento de la Sierra Norte de Oaxaca que económicamente se distinguió durante la época virreinal por su alta producción de grana cochinilla y de mantas de algodón (llamadas “de repartimiento”). Además, en este poblado se elaboraron extraordinarias piezas de ebanistería taraceada, las cuales fueron altamente estimadas tanto en el virreinato de la Nueva España como en Europa. La historia de los muebles de Villa Alta está rodeada de varios misterios: no se tienen noticias exactas de cuándo inició ni de cuanto concluyó su producción. La noticia más temprana que se tiene de su existencia es de 1640, cuando un escritorio villalteco fue registrado en el inventario de bienes de fray Marcos Ramírez de Prado, obispo de Michoacán. Tampoco es claro cuándo desapareció esta importante tradición artística; la última noticia documental que se tiene de ella se halla en el libro Monografía del estado de Oaxaca, escrito hacia 1840 por el viajero alemán Eduard Mühlenpfordt, donde se afirma que los muebles villaltecas aún se producían y se exportaban a España. Posterior a dicha fecha, la taracea villalteca debió mermar hasta extinguirse. Para el siglo XX, el olvido en que cayó el mobiliario de Villa Alta llevó a confusiones y errores para su clasificación: que las piezas que llegaron a colecciones europeas fueron registradas como de factura italiana, flamenca o española; mientras que en México se les catalogó como mixtecas o poblanas.

El Museo Franz Mayer resguarda un importante acervo conformado por trece obras de mobiliario villalteca, una obra elaborada en Villa Alta pero modificada con el paso del tiempo, y una pieza más que se aproxima a la técnica y a los lenguajes artísticos villaltecas. Estas obras artísticas son abordadas en la presente exposición virtual, con base en las principales aportaciones académicas que un grupo de investigadores (entre los que se encuentran historiadores, historiadores del arte, arquitectos, biólogos y restauradores), encabezados por doctor Gustavo Curiel (miembro del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM), ha realizado a lo largo de las últimas dos décadas. Tras varios años de arduo trabajo, este equipo de investigadores publicó en 2019 los libros intitulados Carpinteros de la Sierra. El mobiliario taraceado de la Villa Alta de San Ildefonso, Oaxaca (siglos XVII y XVIII), en los cuales redescubrieron las obras y a los artistas villatecos. Gracias a esta meticulosa investigación, podemos afirmar que los muebles de Villa Alta del Museo Franz Mayer conforman una de las más importantes colecciones de estas obras en México y posiblemente en el mundo.

Villa Alta de San Ildefonso fue fundada en 1526, en la escarpada serranía del norte oaxaqueño, por el conquistador Diego de Figueroa. Fue el primer asentamiento de españoles e indígenas naborías, principalmente tlaxcaltecas, que se estableció en dicha región para dominar a los pueblos mixes, chinantecos, chontales, zapotecos, cajonos zapotecos, nexitzos y zapotecos bijanos, que se defendían del dominio hispano. Un año más tarde, el conquistador Gaspar Pacheco trasladó la Villa Alta hasta el sitio en donde hoy se encuentra y en 1529 fue elevada al rango de alcaldía mayor; su primer alcalde fue Luis de Berrio. Para difundir la doctrina cristiana, llegaron frailes dominicos, quienes levantaron un templo que fue reconstruido en varias ocasiones. Asimismo, por tratarse de una fundación hispana, la traza urbana de Villa Alta se hizo en forma de damero, siguiendo las ideas renacentistas vigentes en la época.

Guillaume de l’Isle (París, Francia, 1675-1726)

Carte du Mexique et de la Floride, des Terres Angloises et des Isles Antilles, du cours et des environs de la rivière de Mississipi, dressée sur un grand nombre de memoires principalmente sur ceux de Mre. d’Iberville et Le Seur. Par Guillaume de l’Isle, geographe de l’Academie Royale des Sciences.

1772. Ámsterdam, Países Bajos

Para evitar malos tratos por parte de los españoles, en 1552, el cabildo de Villa Alta autorizó que los indígenas naborías se trasladaran a las tierras al oeste de la Villa; este poblado se dedicó a Nuestra Señora de la Concepción y tuvo un gobernante indígena y dos alguaciles. Durante 1555 se inició el trámite para otorgarles los territorios conocidos como Papalotipac, mismos que, hacia 1590, se transformaron en el barrio de Analco. En este asentamiento se llevó a cabo la producción de ebanistería taraceada villalteca, según lo indica el dominico Francisco de Burgoa, en su libro Geográfica descripción de la parte Septentrional del Polo Ártico de la América y nueva Iglesia de las Indias Occidentales y sitio astronómico de esta Provincia de Predicadores de Antequera, Valle de Oaxaca..., publicado en 1674:

"a dos tiros de escopeta [se localiza] el presidio que puso el marqués [del Valle], de mexicanos, que su nombre dicen Analco... en este lugar, o barrio de mexicanos, se han labrado las obras de tanto aseo y pulimento que llaman de la Villa, y se han extendido hasta Italia, así por lo curioso de la tagugía, como por lo precioso y fragante de las maderas, ricos cedros, caobanas, granadillo, especies de ébano y boos amarillo, muy gualdo que todos traen de las visitas.”

Por la producción de grana cochinilla, de mantas y de muebles, Villa Alta de San Ildefonso adquirió tal fama que fue registrada en la cartografía europea del siglo XVIII. El Museo Franz Mayer conserva un mapa firmado por Guillaume de l’Isle, en 1772, en el que aparece como “San Ildefonso de los zapotecas”.

ANTECEDENTES

Escritorio. Madera de pino recubierta con marquetería en maderas diversas Alemania. Finales del siglo XVI a principios del siglo XVII.

Los antecesores directos de los muebles de Villa Alta fueron las “cajas de Alemania”, muebles transportables para escribir que fueron muy comunes en la península Ibérica, durante el reinado de Felipe II, y que llegaron a Nueva España durante la segunda mitad del siglo XVI. Estas “cajas” fueron realizadas principalmente en la ciudad germana de Augsburgo y se distinguieron por su rica decoración de taracea, es decir, con ornamentos hechos en diferentes tipos de maderas que se embutían en el cuerpo del mueble. Gracias a esta técnica, las “cajas” lucían representaciones urbanas y arquitectónicas; escenas de naturaleza muerta; animales como venados, aves, conejos, pájaros y gatos; guías florales y personajes tocando instrumentos musicales.

Baúl. Lignáloe, granadillo y madera de limón. Pasta de zulaque. Guarniciones de hierro forjado (posiblemente posteriores). Bocallave con restos de dorado. Villa Alta de San Ildefonso, Provincia de Antequera [hoy Oaxaca]. Nueva España [hoy México]. Siglos XVII – XVIII.

Las obras villaltecas respondieron a tipos de mobiliario de tradición europea. Gran parte de los muebles que se conservan estaban destinados al “arte de escribir”, entre ellos se encuentran escritorios, escribanías y bufetillos. Además, existen baúles, cajas, papeleras y contadores. En la colección Franz Mayer los baúles son las piezas que más abundan, como la obra aquí presente.

Por la forma de su cubierta, este baúl es de tapa rebajada. En ella se aprecia un mascarón rodeado por alusiones a cueros recortados. Este detalle deriva de los grutescos, decoraciones renacentistas inspiradas en los murales del Imperio Romano. Los grutescos se distinguen por desarrollar composiciones fantásticas, en donde alternan motivos vegetales, animales, humanos, trofeos, candeleros, balaustres, mascarones y cueros recortados. Los ebanistas villaltecos los conocieron a través de los libros que llevaban consigo los frailes evangelizadores.

Baúl. Granadillo, madera de limón y cedro rojo. Pasta de zulaque. Guarniciones de hierro con restos de dorado. Villa Alta de San Ildefonso, Provincia de Antequera [hoy Oaxaca]. Nueva España [hoy México] Siglo XVII

Para realizar sus finas obras de ebanistería, los artistas de Analco emplearon las maderas de los pueblos indígenas que dependían política y religiosamente de Villa Alta. El pino y el cedro rojo se usaron para crear la estructura de los muebles, también llamada “alma de la pieza”. El lignáloe se empleó para elaborar los tableros que sirven de fondo a los ornamentos y a las escenas; además, su fuerte aroma ayuda a preservar telas y ahuyenta la carcoma y polillas. Por último, el cedro, maderas cítricas como el limón, el granadillo y el ébano o palo escrito sirvieron para los ejecutar los embutidos.

Para crear riqueza cromática y destacar las composiciones representadas, los ebanistas contrastaron maderas de distintos tonos tal como se observa en este baúl. Éste luce en sus distintas caras diferentes recuadros decorados con flores de cuatro pétalos, que recuerdan las rosetas del mundo clásico. Destaca la presencia de cabezas de niños integradas a elementos arquitectónicos y a motivos vegetales; estos motivos se acomodan en los ángulos de los recuadros.

Baúl. Granadillo, madera de limón y cedro rojo. Pasta de zulaque. Villa Alta de San Ildefonso, Provincia de Antequera [hoy Oaxaca]. Nueva España [hoy México]. Siglo XVIII

La elaboración de un mueble villalteco comenzaba con el tallado del “alma de la pieza”. Sobre ésta, se fijaban los paneles de lignáloe, cedro, granadillo o ébano que alojarían las decoraciones. En ellos se dibujaban las siluetas de las figuras a representar, usando plantillas; posteriormente, se ahuecaban con herramientas de corte. En las cavidades resultantes se embutían las figuras recortadas en maderas claras, como el limón. Por último, para darles volumen y texturas, sobre los embutidos se abrían esgrafiados que se rellenaban con una pasta negra llamada zulaque.

Es posible que los mascarones, grutescos y flores más comunes en el mobiliario villalteco se produjeron de manera seriada, usando calcos. Algo semejante ocurre con algunas cenefas, ya que probablemente se hacían por metro las tiras de madera con motivos geométricos.

Baúl. Lignáloe, granadillo y madera de limón. Pasta de zulaque. Guarniciones de hierro forjado. Villa Alta de San Ildefonso, Provincia de Antequera [hoy Oaxaca]. Nueva España [hoy México]. Siglo XVIII

El zulaque es la pasta negra usada como relleno en los esgrafiados que detallan las figuras simbólicas y los patrones meramente decorativos de los muebles villaltecas. De acuerdo con informes del laboratorio del Museum of Fine Arts de Boston, donde analizaron muestras de este betún renegrido, el zulaque se compone de carbón vegetal y un aglutinante de origen animal, como cola de conejo.

Este baúl, que fue decorado únicamente con elementos vegetales que entretejen fantasías geométricas. Los bordes que enmarcan los recuadros frontal y laterales muestran figuras que imitan el tejido de los encajes. Tales detalles, demuestran que los carpinteros de la sierra oaxaqueña también tomaron inspiración de los finos textiles que circulaban por el reino, a través del comercio ultramarino. Además, la bocallave, que se aprecia al frente del baúl, luce un fino calado que también es conocido como “tipo encaje”.

Baúl. Madera de limón, cedro rojo y pino. Pasta de zulaque. Guarniciones de hierro forjado. Villa Alta de San Ildefonso, Provincia de Antequera [hoy Oaxaca]. Nueva España [hoy México]. Siglo XVIII.

Este baúl muestra guías florales ondulantes con pájaros que las picotean, motivo común de los brutescos españoles. Éstos fueron interpretaciones cristianas de los antiguos grutescos romanos, cuya función no sólo era decorativa, sino también didáctica. En este caso, las aves picando fruta solían simbolizar a las almas cristianas participando de la salvación. A lo largo de la segunda mitad del siglo XVI y durante el siglo XVII, el brutesco fue difundido y empleado en la pintura mural y en las artes decorativas de la península Ibérica.

Una característica común de los muebles villaltecas fue el uso de pequeños clavos o clavijas de madera para sujetar los embutidos. Estos clavos se disponían de manera aleatoria y, en algunas ocasiones, se colocaron en las cuencas de los ojos de los personajes y los animales representados.

Baúl. Lignáloe, granadillo, madera de limón y cedro rojo. Pasta de zulaque y color. Guarniciones de hierro. Villa Alta de San Ildefonso, Provincia de Antequera [hoy Oaxaca]. Nueva España [hoy México]. Siglo XVIII

Las extraordinarias representaciones de los mundos vegetal y animal fue otro rasgo que distinguió a la ebanistería de Villa Alta. Este baúl luce enramadas pobladas por aves que evocan un jardín melodioso, entre las cuales sobresalen algunos detalles coloreados en rojo, que posiblemente fueron hechos con grana cochinilla. En todos los territorios del distrito de Villa Alta abundaron las nopaleras donde se cultivaba la grana o nocheztli, voz náhuatl que significa “sangre de las tunas”.

A los ricos trabajos de taracea y esgrafiado que revisten todas las caras de este baúl, se suman las guarniciones de hierro forjado: dos bisagras en el cuerpo de la tapa y, la que sin duda es la más importante de ellas, una bocallave. Este elemento se desarrolla a partir de un escudo central, rodeado por una orla de motivos calados que asemejan un encaje. Su tamaño confirma el fin decorativo de esta pieza, la cual además luce restos de dorado. El delicado trabajo en madera y hierro sugieren que esta obra formó parte del ajuar doméstico de un suntuoso palacio.

Baúl. Granadillo, madera de limón, cedro rojo y pino. Pasta de zulaque. Restos de color. Guarniciones de hierro forjado. Villa Alta de San Ildefonso, Provincia de Antequera [hoy Oaxaca]. Nueva España [hoy México]. Siglo XVII – XVIII

Este baúl villalteco es uno de los ejemplos de mayor tamaño que se han localizado. El motivo que reviste esta obra es una original apropiación de los grutescos clásicos, los cuales fueron transformados por los artistas de Analco en atados de flores y plumas, suspendidas en el espacio. El ritmo ondulante de la composición recuerda la disposición de los acantos y otras formas vegetales de origen europeo-manierista pero reinterpretados por los artistas indígenas. Además, el baúl cuenta con una bocallave y la tapa fue guarnecida con tres bisagras, por el gran tamaño del mueble.

En los costados, dentro de cuadretes flanqueados por las flores emplumadas, aparecen figuras femeninas conocidas como personificaciones que representan conceptos filosóficos, teológicos, morales y políticos. Estas imágenes provenían de tratados de símbolos ilustrados con grabados, los cuales servían de referencia a los ebanistas villaltecas. La presencia de personificaciones denota el gusto literario y erudito de las personas que encargaban estas obras.

Escritorio. Granadillo, madera de limón, cedro rojo y pino. Pasta de zulaque. Guarniciones de hierro forjado con restos de dorado. Villa Alta de San Ildefonso, Provincia de Antequera [hoy Oaxaca]. Nueva España [hoy México]. Siglo XVII-XVIII.

Por los motivos decorativos de sus tapas, este escritorio forma parte de un grupo de piezas villaltecas conocidas como los “muebles de las sierpes”, al que también pertenece otro escritorio perteneciente al Museo José Luis Bello y González, de la ciudad de Puebla. Se les conoce con este nombre por las serpientes que se anudan y enroscan que los ornamentan.

Al igual que el baúl de las flores emplumadas, este escritorio es un ejemplo magistral de la apropiación que los artistas de Analco hicieron de los modelos europeos. En este caso, apreciamos reinterpretaciones de grutescos hechas a partir de valores estéticos indígenas. Además, esta obra luce motivos vegetales que posiblemente representan cactáceas de la sierra oaxaqueña. Esta notable obra fue enriquecida con delicadas guarniciones de hierro, que remiten a la fina herrería que se hacía en la ciudad de Oaxaca.

Baúl con escena galante, músicos y personificaciones de los sentidos del gusto y del olfato. Lignáloe, granadillo, madera de limón y cedro rojo. Pasta de zulaque. Guarniciones de hierro forjado. Villa Alta de San Ildefonso, Provincia de Antequera [hoy Oaxaca]. Nueva España [hoy México]. Siglo XVII

Un conjunto de muebles villaltecos se distingue por incluir escenas historiadas en sus decoraciones. Tal es el caso de este pequeño baúl que fue cubierto con imágenes festivas, alusivas a la cultura cortesana del siglo XVII. Al frente, aparecen un hombre y una mujer en actitud de galanteo, y van ricamente ataviados, conforme a la usanza española. El mueble conserva su bocallave, pestillo y bisagras, los cuales lucen trabajos de calado y dorado, tradicionales en la herrería oaxaqueña.

En los costados del mueble, aparecen músicos elegantemente vestidos. En este caso, se aprecia a un hombre con sombrero de ala ancha y pluma, que pulsa las cuerdas de su instrumento. Además, los esgrafiados que enmarcan los tableros historiados tomaron inspiración en los encajes textiles, y dieron al baúl acentos de elegancia y lujo.

En la parte trasera de este mueble se halla un león, posando sobre sus cuatro patas y mirando al espectador, el cual llama la atención por la forma original en que se interpretó una imagen europea (posiblemente un grabado) que representaba a este felino. Cabe destacar cómo los ebanistas aprovecharon las vetas del lignáloe que sirven de fondo para crear la sensación de un horizonte paisajísitico.

Escribanía. Lignáloe, granadillo, madera de limón y cedro rojo. Pasta de zulaque. Guarniciones de hierro forjado. Villa Alta de San Ildefonso, Provincia de Antequera [hoy Oaxaca]. Nueva España [hoy México]. Siglo XVII

Escribanía es la palabra que, a fines del siglo XVII y principios del XVIII, se usaba para nombrar al oficio de los escribanos, al aposento donde se ejercía esta labor, a los enseres para la escritura y a las cajas portátiles donde se guardaban papeles. La pieza aquí presente cumplía esta última función, según indican sus divisiones internas y el cajón horizontal que se halla en la parte baja del frente. Estos compartimentos sirvieron para guardar los papeles y los implementos para “el arte de escribir”.

Escribanía es la palabra que, a fines del siglo XVII y principios del XVIII, se usaba para nombrar al oficio de los escribanos, al aposento donde se ejercía esta labor, a los enseres para la escritura y a las cajas portátiles donde se guardaban papeles. La pieza aquí presente cumplía esta última función, según indican sus divisiones internas y el cajón horizontal que se halla en la parte baja del frente. Estos compartimentos sirvieron para guardar los papeles y los implementos para “el arte de escribir”.

Escritorio del combate de justas. Lignáloe y madera de limón. Pasta de zulaque. Guarniciones de hierro con restos de dorado. Villa Alta de San Ildefonso, Provincia de Antequera [hoy Oaxaca]. Nueva España [hoy México]. Siglo XVII

Dentro del repertorio de muebles de Villa Alta, existe un conjunto de escritorios y bufetillos llamados “muebles de los nichos y las galerías”, ya que, cuando se abren las tapas frontales para acceder a los cajoncitos, aparece al interior un conjunto de personajes bajo pequeñas arcadas, como si estuvieran en un patio porticado. El escritorio aquí mostrado corresponde a esta tipología.

La iconografía de este mueble parece derivar de las historias de amor cortés, según lo sugieren las numerosas escenas de torneos de caballería, combates bélicos y pasajes de galanteo.

En uno de los costados se aprecia caballo apoyado sobre sus patas traseras, mientras que su jinete dispara un arma de fuego. La melena del joven, la crin del caballo y el modelado de los cuerpos fueron delicadamente esgrafiados para dotarlos de volumen y movimiento.

Las columnas que conforman la galería de nichos o arcos son llamadas balaustre o candelero, y se distinguen por su fuste bulboso. Los artistas de Analco representaron, con esgrafiados y zulaque, hojas de acanto que coronan estas columnas a manera de capitel.

Escritorio del pacto de Carlos V y Solimán el Magnífico. Pasta de zulaque. Lignáloe (Bursera linanoe), granadillo (Platymiscium sp.), madera de limón (Citrus sp.) y cedro rojo (Cedrela sp.). Bisagras, asas, bocallave y pestillo de hierro con restos de dorado. Villa Alta de San Ildefonso, Provincia de Antequera [hoy Oaxaca]. Nueva España [hoy México]. Siglo XVII.

El nombre de este escritorio se debe a que en el frente de la tapa plasmada una alegoría en la que el emperador Carlos V y el sultán otomano Solimán II “el Magnífico” sellan un pacto de paz. Ambos gobernantes nunca se conocieron en persona; sin embargo, es posible que esta escena refiera al tratado de Estambul de 1547, en el que Carlos V reconocía el dominio turco sobre territorios húngaros que habían arrebatado a su hermano Fernando, archiduque de Austria, y daba a Solimán trato de legítimo emperador.

Este escritorio posee un complejo programa iconográfico, construido a partir de grabados impresos provenientes de Flandes. Sobre la tapa superior, los artistas colocaron personificaciones del fuego y del aire, así como un león y un perro, símbolos de fortaleza y fidelidad. Al abrir la tapa abatible, se descubre un carro triunfal dedicado al Tiempo y a la Eternidad. En el cuerpo del mueble se aprecia una galería porticada en donde figuras de hombres y mujeres recuerdan el ambiente cortesano del siglo XVII. En los cajones inferiores se distinguen los bustos de una mujer y un hombre flanqueando una pelea entre un gato y un perro. Tales motivos sugieren que el escritorio fue un regalo de bodas, en el que se desea paz y armonía a los recién casados mediante el recordatorio de no pelear como perros y gatos.

En los costados aparecen dos figuras femeninas relacionadas con Diana, diosa romana de la cacería, y Juno, protectora del matrimonio y de la fertilidad. Las cenefas que enmarcan estos tableros recuerdan tanto ornamentos arquitectónicos para techumbres de madera, como encajes y brocados textiles.

Bufetillo de la Melancolía Madera de granadillo, limón y cedro rojo. Pasta de zulaque y color. Bocallaves, pestillo y bisagras de hierro forjado. Villa Alta de San Ildefonso, Provincia de Antequera [hoy Oaxaca]. Nueva España [hoy México] Siglo XVII

Por sus características plásticas e iconográficas, este bufetillo es uno de los muebles villaltecos más interesantes del Museo Franz Mayer. Además, es un ejemplar extraordinario que conserva restos de policromía, característica visible en algunos muebles del siglo XVIII. Ya que su función era contener resmas de papel e implementos para la escritura, el juego de guarniciones de hierro que permitía abrirlo y cerrarlo era imprescindible.

En las tapas frontal y superior, así como al interior de la tapa de escritura, se desplegaron tres escenas alegóricas que abordan, parcialmente, el tema de los cuatro humores o temperamentos de la medicina galénica. Estas composiciones partieron de una serie de grabados sobre el mismo tema, realizada por los artistas flamencos Maarten Vos (dibujó) y Raphael Sadeler I (grabó e imprimió), hacia 1583. De este modo, la imagen frontal, derivó del grabado alusivo al temperamento sanguíneo; mientras que la tapa superior muestra una pareja que, acorde con los grabados, representa el temperamento flemático.

Raphael Sadeler I (Amberes, Flandes [hoy Bélgica] 1560/61 – Múnich, Estados Germánicos, [hoy Alemania] 1632), grabador. Maarten Vos (Amberes, Flandes [hoy Bélgica] 1532 – 1603), inventor. Sanguineus, ca. 1583. Impreso a partir de grabado sobre metal. Amberes, Flandes [hoy Bélgica]. Foto: PESSCA

En el interior de la tapa de escritura se aprecia un hombre recostado acompañado por la palabra “Melancólico”. Esta figura sigue un detalle del grabado dedicado a la melancolía, en la serie creada por Vos y Sadeler I. No es de extrañar que un mueble destinado a la escritura esté dedicado a dicho temperamento, ya que éste, de acuerdo con las creencias de la época, propiciaba una inclinación hacia disciplinas intelectuales, como la filosofía, la teología o la poesía.

Raphael Sadeler I (Amberes, Flandes [hoy Bélgica] 1560/61 – Múnich, Estados Germánicos, [hoy Alemania] 1632), grabador. Maarten Vos (Amberes, Flandes [hoy Bélgica] 1532 – 1603), inventor. Melancholicus, ca. 1583.

Al interior del bufetillo, se aloja una galería porticada con columnas balaustre, entre las cuales aparecen figuras de mujeres y hombres referentes a los cinco sentidos y, de nueva cuenta, al temperamento melancólico. En el cajón central, los artistas incluyeron una imagen de Cupido, símbolo que ha hecho pensar en este mueble como regalo de bodas.

Una bellísima imagen aparece en la parte interna de la tapa superior. Una elegante mujer aparece rodeada de frutos y flores, sentada bajo un árbol; está acompañada por un simio a punto de engullir un jugoso fruto. Al fondo de la escena y del lado derecho, se observa un paisaje marino, donde nada un temible monstruo acuático que recuerda al Ceto, bestia que en la mitología griega amenazaba a la princesa Andrómeda en su cautiverio.

Al interior del bufetillo, se aloja una galería porticada con columnas balaustre, entre las cuales aparecen figuras de mujeres y hombres referentes a los cinco sentidos y, de nueva cuenta, al temperamento melancólico. En el cajón central, los artistas incluyeron una imagen de Cupido, símbolo que ha hecho pensar en este mueble como regalo de bodas.

Una bellísima imagen aparece en la parte interna de la tapa superior. Una elegante mujer aparece rodeada de frutos y flores, sentada bajo un árbol; está acompañada por un simio a punto de engullir un jugoso fruto. Al fondo de la escena y del lado derecho, se observa un paisaje marino, donde nada un temible monstruo acuático que recuerda al Ceto, bestia que en la mitología griega amenazaba a la princesa Andrómeda en su cautiverio.

Crispijn van de Passe I (Arnemuiden, Países Bajos, ca. 1565 – Utrecht, Países Bajos, 1637). Gustus. De la serie Los cinco sentidos (4/5) 1590 – 1637 Impreso a partir de grabado sobre metal Colonia, Estados Germánicos [hoy Alemania]. Foto: PESSCA.

La figura de la mujer y el simio que la acompaña fueron tomadas del grabado alusivo al sentido del gusto, realizado por Crispijn van Passe, que forma parte de una serie de los cinco sentidos. Los ebanistas villaltecas respetaron estas dos figuras y el fondo boscoso, pero aplicaron zulaque y pasta de color en los esgrafiados de mueble, logrando una escena rica y viva.

La pervivencia a través del tiempo

Si bien toda obra de arte queda marcada por el paso del tiempo y de la acción humana, las artes decorativas enfrentan doblemente estos procesos de transformación, dada su condición de utilidad y servicio. Algunos muebles de Villa Alta resguardados en distintas colecciones presentan reparaciones, cambios de tipología, pérdidas, agregados, prótesis y otras modificaciones. Tales transformaciones, por un lado, expresan que hubo un olvido de la importancia artística y suntuaria de las obras villaltecas, por lo que se concedieron licencias para modificarlas. Pero por otro, paradójicamente, dan cuenta de un intento por rescatar fragmentos originales que se apreciaron por su maestría técnica y belleza, incorporándolos a muebles modernos.

Así como aún es incierto cuándo inició la producción de carpintería villalteca, también se desconoce en qué momento se extinguió. Villa Alta se convirtió, con el paso de los siglos, en un municipio y cabeza de distrito en cuyas calles no queda rastro vivo de la fina ebanistería del barrio de Analco. Posiblemente hacia el siglo XIX haya desaparecido esta tradición artística; no obstante, existen algunas piezas de inicios del siglo XX cuyas formas recuerdan las obras novohispanas de taracea villalteca. Su ejecución y detalle no igualan a la maestría de las obras virreinales, en ocasiones ni siquiera mantienen el trabajo de madera embutida; sin embargo, ejemplifican las resonancias de una tradición mobiliaria oaxaqueña que alcanzó prestigio internacional.

Papelera (frentes de gabinetes). Madera de lignáloe, granadillo, madera de limón y cedro rojo. Pasta de zulaque. Villa Alta de San Ildefonso, Provincia de Antequera [hoy Oaxaca]. Nueva España [hoy México]. Siglo XVIII.

Esta papelera fue transformada en su totalidad, muy probablemente durante la primera mitad del siglo XX. Tanto el alma del mueble, como las puertas, las patas, los herrajes y los ornamentos de plata, son añadidos posteriores. Sin embargo, es notorio el interés de quien mandó hacer estos arreglos para conservar los gabinetes que son auténticas piezas villaltecas, elaboradas en el siglo XVIII.

Los gabinetes fueron decorados con grandes aves que flanquean tarjas circulares, en las cuales se aprecian tiradores modernos en forma de corazón. Dichas aves están rodeadas por guías vegetales y figuras antropomorfas; posiblemente sean brutescos alusivos a la gracia. Llama la atención que el carpintero responsable de adecuar los gabinetes al nuevo mueble los dispuso de manera asimétrica.

Escritorio. Granadillo, cedro rojo y posiblemente madera de limón. Posiblemente pasta de zulaque. Tiradores y bisagras de metal no identificado. Escuadras de hierro. México. Posiblemente siglo XX.

Atípico en su estructura y en los motivos ornamentales que lo revisten, el presente escritorio es una pieza moderna que emula el lenguaje artístico de la ebanistería villalteca. El rasgo principal que rompe con los muebles del barrio de Analco es una escultura de San Francisco, colocada en el nicho central. No existen obras de Villa Alta que integren imágenes tridimensionales como esta.

Las decoraciones que lo revisten están compuestas por guías vegetales, figuras romboidales y flores, que buscan aproximarse a los motivos taraceados. Sin embargo, éstas no siguen ningún patrón de grutescos ni de brutescos, y carecen de zulaque. Por estas razones, el escritorio es considerado una reinterpretación moderna de las técnicas villaltecas. Sirva esta pieza para mostrar que la tradición mobiliaria de Villa Alta, pese al olvido en que cayó, aún motivó durante el siglo XX a realizar obras que imitaron sus soluciones plásticas, como un eco lejano del valor que tuvo durante la época virreinal y que, actualmente, vuelve a repuntar entre museos y coleccionistas.