Amanece en un claro del bosque. Una pradera de helechos es el perfecto desayuno para una familia de Diplodocus, con sus veinticinco metros de altura. Nos encontramos ante uno de los animales más grandes que haya pisado la tierra. Pero no estamos aquí por ellos. Nuestro protagonista es mucho más pequeño, y vuela a gran velocidad metros más abajo esquivando las patas de estos gigantes. Es un escarabajo, y está completamente decidido a encontrar el origen de un olor que le tiene totalmente hechizado. Es un aroma que nunca antes había detectado, no sabe que es, sólo sabe que lo necesita, y tiene que llegar a él, como un marinero ante el dulce y misterioso canto de una sirena.
Estamos siendo testigos del nacimiento de una de las armas de seducción más exitosas y cruciales para la vida en la tierra, las flores.
Hace 152 millones de años, los bosques del Jurásico eran el hogar de enormes dinosaurios que disfrutaban de su edad dorada. A las plantas, tampoco les iba nada mal. Enormes árboles de coníferas y grandes helechos se extendían por una tierra que nunca había sido tan verde. Pero un tipo de plantas en concreto, preparaba su pequeña gran revolución.
Hasta entonces, las plantas dependían del viento o el agua para reproducirse, al tratarse de organismos sésiles -que no pueden desplazarse de un lugar a otro-, la comunicación era un gran problema y requerían de estos medios para mover polen y semillas. Unos medios que al ser relativamente aleatorios, requerían una gran inversión de energía, que muchas veces no respondía con éxito.
“Un buen día” las hojas de una planta sufrieron una mutación que las convirtió en unas estructuras coloridas y perfumadas que atrajo a muchos curiosos alados. Estos nuevos visitantes, sin proponérselo, se impregnaban del polen de esas nuevas plantas. Cuando se iban y volaban hasta otra, esta, recibía gratamente esa visita en cuyas patas, residía el polen que permitiría su fecundación. Las plantas habían encontrado la solución a sus problemas, reproducirse sin tener que moverse, sólo necesitaban atraer a esos porteadores, y estaba claro que ese nuevo invento perfumado les gustaba. Tocaba perfeccionar la técnica.
Como dice el gran antropólogo y divulgador Juan Luis Arsuaga: “La naturaleza no busca, pero encuentra” y las flores surgieron como una herramienta de seducción en toda regla. Hace 130 millones de años, desarrollaron un dulce y exquisito néctar y sus colores se volvieron más vivos, intensos y variados.
Comenzaba la carrera por atraer a los mejores polinizadores
Este método fue tan exitoso que, en el periodo Cretácico, cuando aparecieron estas plantas con flor - angiospermas-, rápidamente desplazaron a las demás y, en unos cuantos millones de años, se transformaron en el grupo dominante en el planeta. Transformando lo que antes eran horizontes interminables de verde, en un caleidoscopio de color. A día de hoy, representan aproximadamente el 90% de todas las especies de plantas vivas, incluida la mayoría de los cultivos alimentarios.
Este fenómeno, resultó en una explosión de vida en la tierra sin precedentes
Un hecho que trastocó al mismísimo Darwin, ya que no podía entender, cómo se había producido tal proliferación de plantas con flor en tan poco tiempo. Con la llegada de esta nueva forma de alimentación, cada vez más especies animales se especializaron en el proceso de polinización, y a más presas, más depredadores.
Imágenes anteriores de Harold Feinstein
Hacía la mitad de la era de los dinosaurios, hubo tal explosión de biodiversidad impulsada por la aparición de las plantas con flor, que por primera vez en la historia de la tierra, había más especies en tierra firme que en los océanos. Como curiosidad, las arañas, un artrópodo que ya existía hacía más de un millón de años, no empezaron a crear sus intrincadas y míticas redes hasta este momento. Aprovechando este aluvión de vida, en un cielo repleto de comida alada.
Otros animales también presentaron adaptaciones sorprendentes a este fenómeno: las abejas desarrollaron corbículas, unas estructuras corporales específicas, parecidas a pelos, para recolectar polen; aves como el colibrí, adaptaron sus picos y su morfología, para alcanzar el néctar y los murciélagos, se convirtieron en hábiles visitantes nocturnos de las flores.
Lamentablemente, hoy en día este proceso afronta una gran etapa de crisis. Nuestro modelo de desarrollo, que genera una gran homogeneización del ambiente y una gran presión sobre nuestros ecosistemas, incluyendo a los polinizadores, les están poniendo en un grave peligro. Estos seres son pilares fundamentales del equilibrio ecológico, garantizan la reproducción de innumerables especies vegetales, asegurando la diversidad y estabilidad de los ecosistemas. Su disminución, amenaza además la seguridad alimentaria global y la vitalidad de los entornos terrestres.
La urgencia de proteger y preservar a estos incansables colaboradores es evidente, ya que; nos guste o no, su supervivencia está entrelazada con la nuestra desde el momento en que; ese pequeño escarabajo del Jurásico, descubrió lo que era una flor.
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Which Came First - Flowers or Bees?