"Un destino así te permite sentirte más jesuita" Gonzalo Villagrán, sj. Socio del presidente de los provinciales europeos

Gonzalo Villagrán SJ acaba de comenzar nueva misión en Bruselas, como socio del presidente de la Conferencia de los Provinciales de Europa y Oriente Próximo. Un nuevo destino para este jesuita vinculado desde hace más de una década al mundo académico que asume con ganas de dar lo mejor de sí mismo.

¿Cómo afrontas esta etapa como socio del presidente de la Conferencia Jesuita de Provinciales Europeos?

Bueno, te confieso que ha sido un año movido en lo interior, hace varios meses que se concretó mi destino – pues era necesario concretarlo con tiempo – y he tenido tiempo para digerirlo y verlo en la oración. Lo fundamental que siento es ilusión y energía. Un destino así, que te saca de tu zona de confort y te lleva a lugares y tareas extrañas, siento que activa los núcleos más profundos de la vocación jesuita. Te permite sentirte más jesuita. Es una invitación a poner en el centro la disponibilidad a la voluntad del Señor y relativizar las demás consideraciones. Siento que el acogerlo así me dinamiza y saca de mí lo mejor de mí mismo.

A la vez, no te niego que hay elementos que me asustan y, sobre todo, que me da un poco de vértigo por ser un cambio fuerte con respecto a lo que he venido haciendo los últimos doce años en el ámbito universitario. En este sentido, siento que he tenido que hacer un poco el duelo de la vida académica, de la que tendré que alejarme al menos por unos años.

Agradezco mucho, también, el enorme apoyo y generosidad que he encontrado en mis padres y hermanos ante un nuevo destino que me lleva más lejos geográficamente. Me doy cuenta de que es verdad lo que me decían al entrar al noviciado que al final tus padres y hermanos viven tu vocación contigo, y la van comprendiendo y haciendo suya, a medida que uno avanza en la Compañía.

¿Cuáles son exactamente las nuevas funciones que vas a asumir?

Mi labor concreta será el ser socio del presidente de la Conferencia de los Provinciales de Europa y Oriente próximo. La figura del socio es una figura muy característica del gobierno de la Compañía. Socius, es una palabra latina que significa “compañero”, lo cual supone en sí mismo una definición muy bonita del puesto. El socio es un secretario de confianza, un compañero cercano al provincial que se ocupa de gran parte de la labor de gestión cotidiana para facilitar la labor propiamente de gobierno jesuítico del provincial. Es alguien que está cercano a él ayudándole en la reflexión y discernimiento sobre la provincia. Pero no seré socio de un provincial al uso, sino del presidente de la Conferencia de Provinciales de Europa y Oriente Próximo (Jesuit Conference of European Provincials, JCEP), una figura de gobierno de la Compañía que busca coordinar la misión en una zona geográfica supraprovincial. El actual presidente de la JCEP, con quien trabajaré muy estrechamente, es el P. Dalibor Renic, jesuita nacido en Bosnia Herzegovina y perteneciente a la Provincia de Croacia.

Actualmente en la Compañía de Jesús existen seis conferencias de provinciales: África y Madagascar, Asia Pacífico, Asia meridional, Estados Unidos y Canadá, América latina y Caribe, y Europa y Oriente próximo. Las conferencias de provinciales son una instancia de gobierno relativamente nueva – los primeros pasos de la JCEP se dan, de hecho, a sugerencia del P. Arrupe en 1972 – que reúne a los provinciales de un área geográfica amplia para coordinar la misión en dicha área. El presidente de cada conferencia tiene rango de provincial pero sus funciones concretas pasan más por la coordinación y articulación de las diferentes provincias que por el gobierno directo de obras apostólicas concretas. Como curiosidad habría que decir que la JCEP es la conferencia de provinciales más extensa de la Compañía de Jesús porque incluye, además de Europa, toda la presencia jesuita en Rusia y en Oriente próximo. Es una Conferencia que va desde Novosibirsk (Rusia) a Lisboa, pasando por El Cairo o Estocolmo.

En este sentido, yo entiendo que mi tarea tendrá cuatro dimensiones principales: la gestión de la oficina de la Curia de la Conferencia en Bruselas, la organización de las asambleas de provinciales de la conferencia que se tienen dos veces al año, la participación en la Consulta del presidente de la Conferencia para discernir en común la misión, y la animación de una parte de los diferentes grupos de trabajo interprovinciales existentes.

"Agradezco mucho, también, el enorme apoyo y generosidad que he encontrado en mis padres y hermanos ante un nuevo destino que me lleva más lejos geográficamente"

Vas a aportar tu amplia experiencia universitaria y de gestión, cuéntanos un poco sobre ella.

Mi formación en la Compañía se dirigió desde bastante pronto hacia el mundo académico, en concreto hacia el campo del pensamiento social cristiano y la teología social. Así, desde que comencé mi vida apostólica en 2013, mi tarea principal ha sido la de ser profesor e investigador en estas materias. La investigación la he desarrollado especialmente en el cruce de dicho campo con el diálogo islamo-cristiano. La razón de esto es que, en la Facultad de Teología de la Universidad Loyola, en Granada, me pidieron que reforzara – y dirigiera durante cuatro años – la Cátedra Andaluza para el Diálogo de las Religiones (CANDIR) de la Universidad. Esto tenía sentido porque mi tesis trataba de la presencia pública de las religiones en sociedades plurales.

Debo decir que estos años de trabajo académico me han permitido tener la experiencia del gran servicio a la misión que es el trabajo intelectual y académico. Este es un servicio a largo plazo que permite mirar los temas desde lo profundo y hacia lo lejos poniendo lo mejor del entendimiento humano al servicio de la misión.

Desde el 2018 fue entrando en mi tarea una parte muy importante de gestión, primero como Decano de la Facultad de Teología, puesto en el que estuve cinco años, y desde 2019 como delegado adjunto del Sector Universitario de la Provincia – UNIJES. La experiencia de la gestión ha sido algo muy interesante para mí. No es lo primero que uno sueña cuando entra en la Compañía de Jesús, pero cuando uno se va involucrando a fondo en la misión se da cuenta de la urgente necesidad de llevar bien las instituciones y las estructuras para que la tarea principal pueda realizarse con el mayor fruto posible. No es nada glamuroso, pero sí es un tipo de misión que permite vivir muy directamente la idea de servicio, siempre que se sepa vivir e integrar bien.

Destaco especialmente los seis años que he estado de delegado adjunto de UNIJES. Lo destaco porque es un tipo de gestión muy especial que consiste en la construcción y profundización de las redes apostólicas. Es un tipo de gestión más amplia y difícil que la gestión de instituciones, aunque muy bonita por la mucha gratuidad que exige en todos. Realmente creo que el trabajo en red, afrontado con realismo y con empeño, es el marco futuro de la misión de la Compañía de Jesús. El trabajo que haré en la Conferencia de provinciales entiendo que tendrá mucho precisamente de construir redes.

Háblanos un poco más de ti para conocerte mejor… ¿Cuáles son las principales consolaciones y desolaciones de Gonzalo Villagrán?

Gracias por el interés, aunque me da un poco de apuro hablar de mí tan directamente. Yo diría que mis consolaciones brotan muy especialmente del trato personal y el acompañamiento a otros y otras en su camino de crecimiento en el encuentro con el Señor Jesús y con lo que el Señor quiere de ellos. Siempre ha sido esta una dimensión del apostolado en la Compañía que me ha dado profunda consolación. Esta dimensión se ha ido desarrollando luego en mi vida en la Compañía por caminos diversos: la docencia, la dirección de tesis, la formación de equipos de investigación, la formación de laicos en la colaboración en la misión, el acompañamiento a equipos directivos e instituciones, el discernimiento en común en el ámbito de las redes… pero estas diferentes tareas de las que brotaba la consolación tenían siempre una misma base común. En este sentido, siento que la experiencia paradigmática de lo que me da consolación sería el acompañamiento de personas que hacen los ejercicios espirituales.

En cuanto a aquello que me da desolación yo diría que es la experiencia en ocasiones en unos y otros, y en mí mismo, de falta de altura de miras y autocentramiento a la hora de afrontar la misión dentro de las redes. Cuando uno es testigo de proyectos o buenas iniciativas que se bloquean porque al final lo que más pesa es la desconfianza, o el cálculo de costes y beneficios para mí, o las heridas institucionales del pasado que bloquean para colaborar, o el peso de los prejuicios en un sentido u otro que dificulta el trabajar instituciones juntas esto es muy descorazonador. Ciertamente el trabajo en red exige no ser ingenuo, pues nuestra condición humana es la que es y es limitada, pero uno no deja de sorprenderse de lo que llegan a pesar en ocasiones consideraciones tan poco misionales a la hora de discernir la misión. Me atrevo a decir que, como en otros ámbitos de la vida cristiana, el trabajo en red como mejor servicio a la misión tiene tanto de buscar mayor eficacia como de llamada a cada uno a la conversión y a la gratuidad evangélica.

¿Y cuándo y cómo te llegó la vocación jesuita?

Yo estudié en el Colegio Portaceli, el colegio de la Compañía en Sevilla. En mis años de colegio no llegué a hacerme un planteamiento vocacional explícito, pero sí me doy cuenta que se fue plantando un humus vital en mí que me hacía sentirme en casa en los entornos ignacianos.

Los años de universidad, también en Sevilla donde estudié administración y dirección de empresas, fueron, creo, un tiempo de exploración vital de posibles caminos para mí. En ese contexto pude apreciar mucho mejor la formación que había recibido en el colegio y las posibilidades pastorales que había tenido. Esto me hizo, tras algún año más disperso en otras cosas, acercarme al Centro Arrupe, Centro Fe-Cultura en Sevilla, e incorporarme a los grupos de fe y participar en algún campo de trabajo y algún retiro.

El contacto sencillo en el contexto pastoral del Centro Arrupe con la espiritualidad ignaciana, con la oración, con el contacto con los pobres, con la reflexión sobre temas de actualidad y con los sacramentos me dio la fuerza para plantearme hacer los ejercicios espirituales en la vida diaria. Encajaban muy bien en mi momento vital pues podía organizarme para tener un rato de oración cada día y tenía el tiempo justo para poder terminarlos con los años que carrera que me quedaban.

Empecé los ejercicios espirituales sin una expectativa concreta, tan sólo queriendo conocerlos. La experiencia fue muy fuerte, como siempre que se hace ejercicios y se pone el corazón en ello. Ese fue el contexto que me permitió mirar de frente la pregunta que llevaba dentro de si no me estaba el Señor llamando a la vida en la Compañía. Creo que no hubiera sido capaz de hacerme a mí mismo esta pregunta sin estar en el contexto de una experiencia espiritual así.

Los ejercicios, y el marco de la elección en ellos, me animaron a pedir hacer el prenoviciado y luego la entrada a la Compañía. Terminé el mes en la vida diaria pocas semanas antes de entrar en el noviciado, en septiembre de 1998. Desde entonces no he dejado de verme confirmado en la respuesta que el Señor inspiró en mí a su llamada y en el movimiento que el Espíritu puso en marcha en mí a través de dichos ejercicios en la vida diaria.