Alfonso Ruiz es un misionero jesuita que actualmente está en Camerún. Nacido en La Rioja, lleva más de 24 años trabajando con niños primero en Douala, después en Yaoundé. Hablamos con él para que nos cuente su testimonio.
El ejemplo de los jóvenes maestrillos jesuitas
Alfonso estudió en el colegio jesuita San Francisco Javier de Tudela (Navarra). Cuando tenía 16-17 años empezó a insinuarse en él la opción de elegir su futuro con Jesús de Nazaret y especialmente en la vida religiosa: "Mi rechazo fue el principio total, y todos los manuales de 'elección' cuando describían cómo había que ser para comenzar ese camino me daban la razón, pues para mí estaba claro que yo no pertenecía a ese tipo de personas". Pero, al final, no pudo resistirse a esta opción.
Para este jesuita, la vocación a la vida religiosa fue prioritaria: "Quise ser jesuita porque estaba claro que la vida contemplativa no era para mí y quienes estaban conmigo y me acompañaban eran jesuitas". Este misionero reconoce que el testimonio de entrega y disponibilidad de los jóvenes 'maestrillos' que estaban todo el día con ellos en el colegio tuvo mucha influencia en su decisión final.
Un riojano en África
Lo de 'riojano', aunque con mucha honra para Alfonso, no fue determinante, porque como nos dice "podía haber ocurrido lo mismo con cualquiera de los otros jóvenes jesuitas de España, lo de África tiene su historia" añade.
Durante sus estudios de filosofía (1965-1968) en Comillas (Santander), siempre tuvo un interés especial por lo que entonces se llamaba la 'cuestión social'. Nos cuenta que hablando con el provincial de entonces él se veía trabajando con los españoles emigrados a Europa en búsqueda de trabajo "al final del segundo año de filosofía le pedí que, durante las vacaciones, me dejase ir a trabajar como peón con los emigrantes en una fábrica de Alemania, a mi gran sorpresa me contestó que sí y con la única condición de que viviese en una comunidad jesuita" expone este jesuita riojano.
"No conocía una palabra de alemán, pero pensé que la ignorancia del idioma también debía ser la realidad cotidiana de los emigrantes. Un compañero jesuita que estudiaba la filosofía en Alemania, me buscó comunidad y trabajo y a final de junio llegué a Mannhein, donde empecé el trabajo en una fábrica enorme de productos químicos"
Para Alfonso fueron dos meses extraordinarios viviendo con emigrantes turcos, italianos y españoles: "Aprendí mucho italiano con los compañeros de trabajo procedentes sobre todo del sur del país, pero muy poquito alemán puesto que en nuestro pelotón de peones solo trabajaban dos alemanes con nosotros: el jefe del grupo y un joven".
Al año siguiente pidió una beca para estudiar alemán en Goethe Institut durante los dos meses de verano, después de terminar la filosofía: "La pedí teniendo muy poca esperanza de que me la concediesen porque era para postgraduados y yo todavía no tenía la licencia. Con gran sorpresa, a principios del año 1968 recibí una respuesta positiva. Esto suponía que el Provincial no se oponía a que, durante el magisterio, yo fuese a estudiar sociología a Alemania" explica este misionero.
En abril de ese año, el Provincial fue para hacer la visita de la comunidad: "Nos dijo que el Padre Arrupe, entonces General de la Compañía de Jesús, pedía gente joven para ir al Chad, país africano muy pobre y prácticamente de primera evangelización".
"Yo me dije que si necesitaban gente, ¿por qué no? Así que cuando fui a hablar con él, le manifesté mi disponibilidad y, una vez más, para gran sorpresa mía, me contestó que estaba de acuerdo pero que antes tenía que hablar de ello a la consulta de provincia"
Es así como en lugar de estudiar en los anfiteatros de la universidad alemana, se encontró en un pequeño pueblo chadiano, aprendiendo la vida, la lengua y la sabiduría africana.
Una bofetada que te invita a reflexionar
La llegada a Duala es para él el descubrimiento brutal del medio urbano africano en el contexto de una ciudad que debía tener entonces unos dos millones de habitantes: "Era como una bofetada que te despierta, que te invita a reaccionar".
"Gentes, hombre y mujeres, grandes y pequeños, que corren buscándose la vida, coches lujosos y también destartalados que vomitan un especie de humo negro y grasiento, moto-taxis, todos tocando el claxon, grandes superficies comerciales y pequeñas tiendas de barrio, vendedores ambulantes, guardianes de locales y agentes de seguridad" reflexiona Ruiz.
Y en medio de esos espacios llenos de gentes que van y vienen con prisa buscándose un lugar en la vida y con frecuencia: "Si miras bien encontrarás a los niños de la calle. Primero Douala y después Yaundé, son las ciudades en las que me encontré con los niños de la calle" contextualiza.
El trabajo con los niños de la calle
"Un niño de la calle es un menor, chico o chica, que vive, duerme, juega, trabaja y hace todo en la calle y que está en ruptura total con su familia a la cual, no puede o no quiere volver, y de quien, en ese momento, ningún adulto se siente responsable. Estos niños no están escolarizados, pero sí son educados por la misma calle, con todas sus consecuencias para su equilibrio psicológico y desarrollo personal" comienza explicando Alfonso sobre su misión.
Para ir hacia los niños de la calle, explica Alfonso: "Hay que atravesar la línea fronteriza entre las dos sociedades. Pero, evidentemente, ir hacia lo desconocido siempre es difícil para aquellos que se encuentran instalados en el confortable 'bien conocido' de cada día".
"Multipliqué mis visitas a la calle al encuentro de los niños. La cosa al principio, no fue fácil pero poco a poco comenzamos a conocernos, y se fue creando un clima de confianza y amistad de tal manera que el encuentro con los niños en la calle se convirtió en algo normal, y lo que al principio fue difícil, en pocos meses, se convirtió en algo deseado y, con frecuencia, esperado"
Y cuando esto sucede en un ambiente de confianza y seguridad "los niños y niñas de la calle empiezan a contarte su historia y nuestro objetivo, que es 'la reinserción familiar y/o social de los niños y niñas y jóvenes de la calle', podrá iniciar su andadura con algunas posibilidades de que se realice" cuenta. Sin esta confianza, cariño y seguridad "no puedes hacer nada, a veces se necesitarán solamente unos días, a veces años, y por supuesto siempre experimentando muchos éxitos y de la misma manera, grandes fracasos" continúa contando Alfonso.
Actualmente, en Yaundé tienen 4 hogares y también trabajan con los muchachos del módulo de menores de la cárcel. Unas 20 personas trabajan de manera permanente además de bastantes voluntarios que vienen de vez en cuando para echarles una mano.
La dura historia de Ferdinand
Cuando le preguntamos por alguna historia complicada, Alfonso explica que es difícil de resumir en unas líneas una historia humana "que de por sí es larga y complicada, en el caso de los niños de la calle, muchísimo más".
Conoció a Ferdinand en las calles de Douala: "Entonces él tendría unos 12 años. Era analfabeto, muy inteligente y con una habilidad nata para dibujar. Nunca quiso ir a un centro de acogida y nos encontrábamos con frecuencia en la calle. A mí me enviaron à Yaundé, para continuar el trabajo con los niños de la calle pero en otra institución y lo perdí de vista".
Un año después tuvo este jesuita riojano que viajar a Duala y se lo encontró encima de un gran montón de basura "probablemente buscando algo para comer, drogado y andando a cuatro patas. Aceptó venir a Yaundé y lo acogimos en uno de nuestros hogares. Lo llevamos al hospital y vieron que tenía una pierna rota y que había que enyesar".
Con 18 años se fue Ferdinand de casa: "Desde 2008 no tengo ninguna noticia suya y estoy seguro que si estuviese todavía vivo, me hubiera telefoneado en un momento u otro, pues conocía de memoria mi número de teléfono que yo nunca he cambiado. Guardo como una reliquia, un dibujito pequeño que me regaló un día para darme las gracias por todo".
El contraste de Ferdinand y otras bonitas historias
"Como historias bonitas puedo contar la de tantos niños que un día volvieron a sus familias y unos años después vienen para saludarnos diciendo que tienen un recuerdo magnífico del tiempo pasado con nosotros; otros que, gracias a nuestra ayuda, salieron de la calle y llegaron a la universidad y ahora son profesores en algún instituto o colegio, ingenieros de trabajos públicos, contables u otros oficios" cuenta Alfonso.
La anécdota de 1998
"En 1998, después de muchos años de trabajo en el Chad, me enviaron al nuestro colegio de Douala como responsable de la comunidad jesuita. Allí empecé a interesarme por la realidad de los niños de la calle pues los había por decenas en las cercanías del colegio, y a acercarme a ellos. Al cabo de un tiempo, algunos compañeros me dijeron que desde que yo llegué, los niños de la calle comenzaron a ser muy numerosos alrededor del Colegio. A lo que yo respondí diciéndoles que los niños de la calle estaban ahí desde siempre, y sobre todo durante el curso escolar, pero que lo que ocurría era que ellos, no los habían visto" narra este misionero.
A un joven que quiera ser misionero en África le diría que...
Lo primero: "Cuando se va a otros lugares, con culturas, lenguas y tradiciones diferentes de las suyas, para anunciar la Buena Nueva, lo primero que hay que hacer es hablar poco, aprender y empatizar con las gentes".
Lo segundo: "Sería que se lo piense bien, que intente discernir en serio. Ser misionero no consiste en ir a un país más o menos lejano. Ser misionero es tener ganas de anunciar y hacer conocer lo que para ti es la fuerza y la luz de tu vida : La Buena Nueva, Jesús de Nazaret, a quien en fe, le llamamos Cristo".
Cuando a mí me enviaron a África, España era un país católico o por lo menos, de cultura católica y que desde hacía siglos, siempre envió misioneros por todo el mundo. Hoy, España es un país que necesita ser evangelizado, de los que entonces llamábamos “países de misión”. ¿La prioridad no será de evangelizar a los hermanos? Lo ideal sería que también personas cristianas africanas, viniesen a evangelizarnos.
Y tercero: "Si en su discernimiento está claro que es el Señor quien le envía, pues que venga, que “que la mies es abundante y los obreros pocos” y que encontrará personas y comunidades a las que servir y amar..".