LAS FOTOGRAFÍAS PERDIDAS DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
Por Ricardo Gutiérrez Chávez
El fotógrafo Endre Ernö Friedmann, mejor conocido por su seudónimo: Robert Capa aconsejaba «acercarse lo suficiente para lograr fotos suficientemente buenas». En la época cuando Capa disparaba alguna de las tres cámaras «Leica», los republicanos españoles luchaban por conservar sus libertades durante la Guerra Civil Española.
Actualmente, las fotografías se producen y reproducen por medios digitales desde donde podemos observar la realidad de manera instantánea; pero en la década de los 30 del Siglo XX, las imágenes que lograba Capa quedaban registradas, de forma latente, en una cinta flexible impregnada por pequeñas partículas de plata sensibles a la luz; para transformar la imagen en una composición positiva en escala de grises, era necesario conocer la alquimia de la luz y así fijar la historia en el atanor del revelado y mostrar al mundo las atrocidades que provocan los desquiciados del poder .
Los fotógrafos del Siglo XX, en tiempos de guerra, no sólo se dedicaban a capturar los momentos significativos, además debían cuidar que los rollos de película no resultaran dañados o perdidos en dinámicas violentas en las que la integridad física y la propia vida del fotoperiodista eran la única garantía para salvaguardar la realidad y evitar que los profanadores de la verdad pudieran exponer narrativas engañosas, para enaltecer o justificar actos fascistas. Pero en el oficio de los fotógrafos de guerra, siempre existen momentos de ruptura que provocan excepcionales acontecimientos, para Roberto Capa fue la pérdida de un maletín que contenía sus negativos fotográficos.
Como resultado de la Guerra Civil Española, el dictador Francisco Franco resultó ganador del poder, pero no del honor; se instaló en el trono de la ignominia para gobernar a los españoles e imponerles por la fuerza: gloria a Dios en las alturas y muerte a los hombres de buena voluntad. Así comenzó la persecución de disidentes, los habitantes de la “otra España”, que fueron asesinados, torturados y en el mejor de los casos, exiliados.
En la confusión del exilio, el maletín de Capa se perdió y en vano se buscó durante más de 60 años, Franco murió, pero el material fotográfico que daba cuenta de la defensa de la República seguía extraviado y casi convertido en un mito del imaginario social. Dentro de esa maleta, los negativos que formaban parte de la conciencia de la humanidad viajaron a través del tiempo y el Atlántico para llegar a la Ciudad de México. El General Francisco Javier Aguilar González, primo de Francisco I. Madero y revolucionario de las tropas al mando de Francisco Villa, trajo la maleta y la guardó en su casa, tal vez sin saber de la importancia histórica que contenía. Al final de la Guerra Civil Española, la filiación cardenista del General Aguilar lo llevó a ocupar el cargo de cónsul en la provincia francesa de Vichy. Durante el tiempo de su labor diplomática tuvo oportunidad de rescatar de los campos de concentración franceses a muchos refugiados españoles y ayudarlos a embarcarse hacia México.
Aunque no se sabe cómo llegó el maletín a sus manos, lo cierto es que cuando el Cónsul Aguilar regresó a México, traía entre sus pertenencias los negativos de Capa, junto con los del fotógrafo Dawid Szymin y además el material fotográfico de Gerda Taro, mujer que murió mientras realizaba la actividad del fotoperiodismo de guerra; este material permaneció dentro de la buscada maleta la cual pasó décadas en la casa de la familia Aguilar ubicada en la Calle Ámsterdam de la Ciudad de México.
La maleta que contenía los negativos de Capa fue entregada a una amiga del General Aguilar, cuando este falleció; ella, a su vez, heredó el maletín a Benjamín Tarver quien lo conservó hasta el año 2007 para después donarlo al International Center of Photografy por conducto de Trisha Ziff quien llevó la maleta y su contenido a Nueva York.
En febrero del 2013 el maletín y los negativos de los fotoperiodistas que con su trabajo deseaban que el mundo tomara conciencia de actos del fascismo, fueron expuestos en el Museo de San Idelfonso ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Las imágenes de los fotoperiodistas nos enfrentan a una realidad difícil de maquillar por gobiernos autoritarios como lo fue el de Franco, dictaduras que se sostienen gracias al terror que causan las persecuciones y el uso faccioso del poder contra el pueblo.