Javier Bailén Llongo es un jesuita valenciano nacido en 1980. Hasta 2015 no entró en la Compañía de Jesús. Previamente ya había estudiado Filosofía, por lo que pasó directamente del noviciado a estudiar teología en Comillas (2017-2020).
Hizo el magisterio en los colegios de Canarias (2021) y Valencia (2022). Desde septiembre de 2023, está en Boston estudiando la licencia en Teología.
Confiar en Él al 100%
Para Javier estos días previos son muy especiales. Este jesuita siente una mezcla de emoción, nervios e incertidumbre que ronda su cabeza "pero para serte sincero, en mi corazón hay mucha paz y alegría".
Es consciente que el sacerdocio es un paso muy importante para el que los preparan durante muchos años "por eso lo vivo como un paso más". Reconoce Bailén que el Señor le ha ido regalando disposiciones interiores a los diferentes momentos de su vida como jesuita: "Es sorprendente ver cómo cosas para las que me sentía incapaz, fueron posibles, a su momento y a su manera".
Ahora llega el sacerdocio "la lección que he aprendido es que hay que confiar 100% porque Él nos lleva, nos llama y nos da los recursos" explica. Este jesuita valenciano recuerda una frase que le decía un compañero: "Dios no elige a los capacitados sino que capacita a los elegidos”.
En este tiempo de espera hasta el 8 de junio se acuerda mucho de su familia "los que están y los que interceden por mí desde el cielo" cuenta Bailén.
"La vocación, de una forma u otra, se gestó con ellos, pero también recuerdo a toda la gente con la que me he encontrado a lo largo de mi vida como jesuita y que me ha ido configurando la vocación sacerdotal. Tengo la sensación que son ellos los que me van diciendo (muchas veces sin saberlo) qué es el sacerdocio y qué tipo de sacerdote quieren que sea. Detrás de esas voces, de esos rostros, sé que está el Señor enseñándome el camino. Estar con la gente es el mayor regalo que puedo recibir"
Servicio, entrega y pasión
¿Qué palabras le vienen a la cabeza a Javier cuando le hablamos de sacerdocio? Él lo tiene claro: servicio, entrega y pasión. Algo que le dicen sus amigos jesuitas, y reconoce que está completamente de acuerdo, es que el sacerdocio no es para uno mismo, sino para nosotros: "Yo seré sacerdote, pero no soy el dueño de mi sacerdocio. Es una vocación que he recibido, pero no es mía. No puedo hacer lo que quiera con ella porque no me pertenece" añade.
Cuando piensa en el sacerdocio, nos comenta Javier, piensa en lo externo, pero también en lo interno: "Pienso en el ministerio hacia afuera, pero también en el cuidado hacia adentro y es ahí, en esta parte, donde veo lo importante que es la oración diaria, el examen ignaciano al final del día y la vida sacramental. Sin lo último es imposible lo primero".
Pone el acento en la humildad: "No somos salvadores de nada ni de nadie. El único que salva es Nuestro Señor, nosotros sólo trabajamos humildemente a su lado. Nosotros damos las asistencias, pero no marcamos los goles. La victoria siempre es de Dios, no nuestra. Es importante recordarlo".
Las pascuas de las Teresianas en Almansa
"¡Me gusta mucho que me hagas esta pregunta!" exclama Bailén cuando le hablamos de estas pascuas. Él estudió en el Colegio de la Institución Teresiana en Paterna (Valencia): "Las teresianas han sido muy importantes en mi vocación, diría que fundamentales" admite Javier. De joven, formó parte del movimiento de jóvenes de la IT que se llama ACIT joven y las pascuas las celebraban en Almansa: "Allí, junto con Agustín, un sacerdote diocesano de Teruel, maño por los cuatro costados, aprendí a rezar de otra manera. Aprendí a relacionarme con Jesús, a conversar con él como un amigo habla a otro amigo. Eso me cambió por completo".
Él, por aquel entonces, estudiaba Filosofía y trataba de racionalizarlo todo buscando argumentos históricos y filosóficos, lo que le llevaba a grandes crisis de fe: "En Almansa aprendí que esto es otra cosa, no sólo es racional sino experiencial, que el Señor habla al corazón, que cuando te dejas hacer empiezan a suceder cosas" detalla este jesuita valenciano.
"La figura de San Pedro Poveda me ha ido marcando cada vez más conforme me he ido haciendo mayor. He ido descubriendo en él un referente, un modelo de ser sacerdote. Su entrega, hasta el final, es un itinerario de vida para mí. En mi pódium San Ignacio está en el número 1, pero San Pedro Poveda está en el número 2"
A un joven que quiera ser sacerdote...
"Yo le diría que en esta vida hay que ser valiente" responde Bailén. Él cree que hay que ir sin miedo: "Ya pondrá los medios, las personas y los lugares, pero que por su parte no falte coraje, ilusión y alegría. Vendrán preguntas, dudas y miedos, pero como en cualquier tipo de vida. Ninguna vida es fácil" explica.
La vida religiosa o sacerdotal no es más difícil que otras (ni más fácil), es una opción a la que somos llamados y a la que tenemos que responder. No hay camino fácil que lleve a ningún sitio que merezca la pena.
A veces Javier escucha a chicos que se preguntan “¿Y si me equivoco?” “¿Y si lo mío no es ser sacerdote?”, a lo que a él le gusta contestar diciendo que esas mismas preguntas se las harán cuando quieran casarse con alguien, tener un hijo o aceptar un trabajo porque las dudas siempre aparecen: "Lo importante no es que aparezca la pregunta, la duda o el miedo, sino la importancia que le demos y qué hacemos con ello".
Por experiencia personal Javier puede decir que la duda le llevó a cometer errores, a esconderse de esa llamada de Dios durante años: "Aunque mi vida seguía y en apariencia era feliz, dentro de mí me faltaba algo". En ese 'algo' que es difícil de definir estaba la respuesta a Dios: "Decirle sí me ha dado el ciento por uno, desde el primer momento hasta hoy. Hay que ser valiente, aunque suponga grandes cambios e incertidumbre hacia el futuro. Hay que confiar en quien más nos quiere. Ser sacerdote es un regalo incomparable".
¿Dudas o ilusión?
"No tengo dudas sobre el sacerdocio, mis dudas vienen sobre cómo seré yo como sacerdote y si podré responder a las necesidades del mundo, si seré capaz de transmitir la inmensa alegría que tengo dentro de mí, si podré centrar siempre la mirada en los desfavorecidos, si podré atender y cuidar bien a mis hermanos jesuitas o si el Señor me dará la fuerza suficiente para cargar con las cruces que la gente me comparta, pero no tengo dudas sobre el sacerdocio" responde Bailén. Admite que tiene una ilusión inmensa y una confianza absoluta en Dios: "Durante el año y medio que he vivido mi diaconado he ido acercándome, poco a poco, al altar, a los sacramentos, a ir acogiendo en mi corazón historias difíciles que me llevaban a presentárselas, con humildad, al Señor en la oración" añade.
Un cuidado diario
"Sé que tendré que cuidar esta llamada todos los días con lo visible y lo invisible, es decir, con aquello que la gente verá como mi ministerio sacerdotal o mi trabajo apostólico, pero también con lo que no verán, que es igual o más importante, como es la oración y los sacramentos, la vida comunitaria y la obediencia a los Superiores" reconoce este jesuita valenciano.
Sabe que es un entrenamiento invisible que depende de él y nadie lo verá: "Será ahí donde iré alimentando mi vocación" dice. Cuenta que se le llenan los ojos de lágrimas de alegría al pensar en el regalo que recibió con la vocación religiosa y sacerdotal: "Estoy inmensamente agradecido a Dios".
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