Rodrigo Sanz Ocaña SJ nació en Valladolid en 1992 y entró en la Compañía en 2014. De 2016 a 2018 estudió en la Universidad Gregoriana (Roma) el bienio filosófico, pasando después a Villafranca de los Barros para hacer el magisterio (2018-2020).
Entre 2020 y 2023 estudió el bachillerato en Teología en la Universidad Pontificia Comillas y, desde septiembre de 2023, estudia en Paris la licencia en Liturgia. Este sábado será ordenado sacerdote en la Parroquia San Francisco de Borja (Madrid). Te animamos a leer y compartir su testimonio que aquí te contamos.
Tiempo de oración calmada
Los días previos a la ordenación pillan a Rodrigo con el pie cambiado. Reconoce que parece que todo se precipita: "Me gustaría estar más tranquilo, más centrado, prepararme mejor para lo que voy a recibir, tener el tiempo necesario, pero la vida tiene un ritmo que no puedo parar con exámenes, trabajos, vida comunitaria, apostolado y mil pequeñas cosas que van ocupando estos momentos, por lo que parece que uno siempre llega justito".
Sin embargo, para este jesuita vallisoletano este tiempo también está siendo para tener una oración más calmada en el que asimilar que nunca hay un momento mejor o más oportuno que otro para la ordenación: "El Señor se da siempre cuando quiere y como quiere, estemos mejor o peor, preparados o no".
De todas formas esto ayuda a Rodrigo a centrarse en lo importante: la ordenación. Para él no es una operación que él prepara y se ejecuta cuando todo está listo: "Viene en medio de la vida, porque es para la vida".
En estos momentos se acuerda mucho de estos años en la Compañía. Hace poco lo hablaba con sus padres: "¿Quién me iba a decir a mí que aquel chaval que con 21 años salía por primera vez de casa para entrar en el Noviciado, 10 años después, y con tanto cambio, podrían desembocar en la ordenación?".
"Me acuerdo mucho de mis catequistas, de mis abuelas, de los amigos de siempre y de tantos que he hecho en este tiempo. Es un momento de sentirme arropado por todos".
El regalo del sacerdocio
Lo primero que le me viene al corazón cuando le hablamos de sacerdocio es 'regalo': "Parece muy tópico, pero es así" responde.
Por un lado cree que es un regalo porque realmente lo vive como algo completamente inmerecido: "Y no es porque quede bonito decirlo, sino porque estos 10 años han sido de conocerme mucho y muy bien, y uno se queda asombrado cuando piensa '¿en serio yo, cura?', es una cosa que siempre me ha rondado, desde que era pequeño, pero cuanto más cerca se ve la fecha, soy más consciente de la poca cosa que soy para algo tan serio como esto".
Pero, reconoce, que se estaría equivocando si se quedo mirando su pequeñez, su poca cosa: "¡No soy yo el importante! Claro que Dios conoce a quién ha llamado, ¡faltaría más! Pero no me invita al sacerdocio para que me quede empequeñecido, sino para que me ponga al servicio de los suyos".
"Cuando reconozco que no soy yo el importante relativizo mucho el autocentramiento en el que a veces puedo caer"
Fruto de una historia tejida con mucho mimo
"Querer ser sacerdote no es una idea que viene de repente, en medio de otras ideas, porque la pregunta tiene que venir de lejos, aunque no siempre haya sido explícita" cuenta Rodrigo cuando le preguntamos qué le diría a un joven que quiera ser sacerdote.
Que venga de lejos, añade Sanz, es lo que mueve a profundizar, interrogarse, conocer y a buscar acompañamiento espiritual: "Y lleva a atreverse a querer conocer la voluntad de Dios, pero sobre todo mueve a orar".
"Estos son los hilos con los que Dios va bordando la vocación de cada uno. Por eso, a ese joven le invitaría a que mirara el producto final: la vocación al sacerdocio no es fruto de un fogonazo, sino de una historia tejida con mucho mimo"
Como invitación final, Rodrigo le animaría a que mire el tapiz de su vida: "Que descubra qué ha sido lo importante, dónde ha estado Dios y por qué cree que ahora le invita a dar ese paso, y que tenga paciencia".
Lo que Dios ha hecho lo quiere seguir haciendo
"El tiempo de formación es largo y es precisamente para asegurar que el candidato llegue con el conocimiento suficiente de que lo que Dios ha hecho lo quiere seguir haciendo" reflexiona Sanz.
En el fondo hay una consolación, explica Rodrigo, no impactante, pero sí constante: "Es algo que mueve a confiar, a seguir caminando ahora como sacerdote, ilusionado y con ganas, aunque no siempre sea estar con la sonrisa de oreja a oreja, o aun cuando las cosas no vayan siempre todo lo bien que uno querría".
"La felicidad es mucho más que el momento circunstancial; es captar que uno es amado por Dios, y que eso nos baste. Y yo creo que estoy ahí"
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