GOLPE DE ESTADO: 50 AÑOS
Por Ricardo Gutiérrez Chávez
Salvador Allende, candidato socialista por la Unidad Popular fue elegido en 1970 presidente legítimo de la República de Chile por la vía pacífica y democrática. Referente de una generación revolucionaria, Allende consiguió la hazaña de ganar la presidencia por medio de las urnas y así se convirtió en un referente que impulsó el pensamiento progresista en distintos países.
Bajo un ambiente mundial tenso por la lucha que en ese entonces sostenían las grandes potencias para socializar o capitalizar los gobiernos de las naciones, algunos países de América Latina buscaban separarse del bloque de gobiernos controlados política y económicamente por Estados Unidos.
Con políticas de desarrollo social, el Dr. Allende implementó reformas que atentaban contra los privilegios de los grupos de derecha y ponían de manifiesto la voraz actitud de los poderosos para utilizar y subyugar a las clases bajas.
En medio de la guerra fría no era tolerable, para los representantes de los capitalistas, que un país latinoamericano ejerciera su libre voluntad para ser gobernado por un sistema político distinto y aplicar reformas para defender los derechos de los más vulnerables.
Tres años de gobierno democrático, fue el tiempo que Estados Unidos le permitió al pueblo chileno para disfrutar o padecer el fruto de sus propias decisiones. Esperando el momento propicio y las circunstancias idóneas, los norteamericanos fueron preparando el terreno para que sus ambiciosos lacayos sembraran nuevamente de infamia y traición, el campo de la libertad.
Echando mano del aparato de inteligencia y aprovechando la inconformidad de los grupos de derecha, no fue difícil para la CIA, organizar, apoyar y respaldar a los jefes militares y derrocar al gobierno constitucional chileno.
Así comenzó otra de las tantas historias de retroceso que ha vivido la humanidad, nuevamente el mundo fue testigo complaciente de la injusticia y el abuso por parte de aquellos que por la fuerza arrebatan la paz y el desarrollo de los pueblos soberanos.
Las ultimas horas de vida de uno de los gobernantes mas dignos y congruentes de la historia resultan un acicate para que nunca más se toleren golpes de estado militares o blandos. Nos conviene entonces, repasar los acontecimientos de esos momentos en los que un masón prefirió morir antes que renunciar a sus convicciones: estos fueron los momentos mas representativos de la entereza de un hombre libre y de buenas costumbres: Salvador Allende.
11 de septiembre de 1973
A las cinco de la mañana el presidente Allende fue despertado con un comunicado desde Valparaíso: tropas de la marina ocupan el principal puerto chileno; después fue enterado que el ejercito tomó las principales vías de acceso a la ciudad capital. Movimientos militares, acuartelamientos y un sin fin de llamadas anunciaron el principio de la pesadilla.
Allende dio instrucciones y preparó la defensa de su gobierno: con el ánimo beligerante empuño la metralleta A-K47 que le regaló Fidel Castro en su visita a Chile en 1971 y se dirigió hacia a la sede del gobierno: el Palacio de la moneda.
Desde el segundo piso del edificio construido en el siglo XVIII, y después de inspeccionarlo con ayuda del grupo que lo acompañó, anunció lo que ocurría en Valparaíso y el resto del país; Allende con la intención de brindar confianza a su pueblo se manifestó por medio de la radio leal a las 07:55 de la mañana:
«habla el presidente de la republica desde el palacio de la moneda. Informaciones no confirmadas señalan que un sector de la marinería habría aislado Valparaíso y que la ciudad estaría ocupada, lo cual significa que un levantamiento en contra del gobierno, del gobierno legítimamente constituido… En estas circunstancias, llamo sobre todo a los trabajadores a que ocupen sus puestos de trabajo, a que concurran a sus fábricas, a que mantengan la calma y la serenidad… En todo caso, yo estoy aquí, en el palacio de gobierno y me quedare aquí defendiendo al gobierno que represento por la voluntad del pueblo.»
Después de las ocho de la mañana, una llamada confirmó al presidente, la participación de la fuerza aérea en el golpe de estado, el oficial Roberto Sánchez le ofreció un avión para que, después de renunciar a su cargo, saliera del país junto con su familia; Salvador Allende despreció la oferta.
El presidente pensó que Augusto Pinochet, a quien consideraba no tan bueno pero leal, en esos momentos ya estaría preso por defender la institución democrática; cuál sería su decepción cuando escuchó el comunicado que hizo la junta militar encabezada precisamente por el traidor Pinochet quien pidió la renuncia del presidente y la entrega de su cargo al ejercito. Allende no tardó en responder a los traidores:
«No lo haré. Notifico ante el país la actitud increíble de soldados que faltan a su palabra y a su compromiso. Hago presente mi decisión irrevocable de seguir defendiendo a Chile en su prestigio, en su tradición, en su forma jurídica, en su constitución».
El presidente Salvador Allende Gossens convencido que esos serian sus últimos momentos decidió comunicarse con su pueblo por última vez, eran las 09:15 de la mañana de aquel 11 de septiembre de 1973 cuando por Radio Magallanes los chilenos escucharon las últimas palabras que les ofreció el presidente Salvador Allende:
«…trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho mas temprano que tarde de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. ¡Viva chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores! Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.»
Al concluir su mensaje el almirante Patricio Carvajal llamó al presidente para ofrecerle nuevamente un avión y trasladarlo al exilio después de renunciar, Allende calificó a los comandantes como «traidores de mierda» y les afirmó que un presidente chileno nunca se rinde. Pinochet ordenó el bombardeo al Palacio de la Moneda.
Poco después de las 09:45 de la mañana, tanques militares atacaron el palacio. así comenzó, por parte de Allende y sus acompañantes, la histórica defensa del Palacio de la Moneda. Salvador Allende, preocupado por su gente, los incitó a salir del edificio y cubrirse de algún daño físico por el intenso tiroteo de los sublevados militares, «si alguno tiene un hijo por nacer o una tierra por sembrar ¡que se vaya!» algunos lo hicieron y el presidente los despidió con cariño, sin reproches y con la actitud de un verdadero líder.
Antes de medio día, Salvador Allende negoció una tregua para que las mujeres, incluyendo sus hijas, abandonaran el recinto. después de salir comenzaron las primeras explosiones producidas por bombardeos aéreos que destruyeron parte del edificio y la esperanza de que grupos simpatizantes al gobierno acudieran a defender la causa socialista.
Después de intermitentes e intensos ataques, el Palacio de la Moneda lució en llamas y dentro sus ocupantes con el gesto de la desesperanza previeron la derrota; fue entonces que el presidente se encerró en el Salón Independencia, apoyó su arma entre las piernas, puso el cañón en el mentón y disparó.
¡Ha muerto el presidente! ¡Que viva Salvador Allende!
Poco después entraron los militares y apresaron a los leales defensores del gobierno; así dio inicio la indigna historia de tortura, exilio y persecución que distinguiera por diecisiete años al régimen pinochetista. Familias enteras despedazadas en lo moral y lo físico; luchadores sociales ablandados por descargas eléctricas y violaciones sexuales; presos políticos desaparecidos; cuerpos encontrados con signos de bestial tortura; y el traidor Augusto Pinochet disfrutando lo que sus bestias le hacían a las victimas de tan vergonzantes hechos de maldad.
Han pasado 50 años y todavía vemos con indignación que los poderes dominantes quieren seguir controlando el mundo; invaden países a su antojo; bombardean ciudades con el pretexto de salvar al mundo; controlan la economía de los países subordinados a sus intereses, provocando la desdicha de la masa que no tiene oportunidades para crecer; deterioran la calidad de vida del planeta, sin ninguna consideración, para transformar en dinero los recursos naturales que nunca volveremos a disfrutar. En fin, muy pocos países son capaces de ir en contra del sistema de poder, por temor a un bloqueo o a una intervención.
De la misma manera, como ocurriera a principios del Siglo XX en México, cuando un militar de costumbres ordinarias asesinó al paladín de la democracia Francisco I. Madero; en Chile, un militar traidor, apoyado por el clero y el gobierno de Estados Unidos, logró, no solo derrocar al gobierno legítimo de Salvador Allende, sino instalar un régimen dictatorial que secuestró las mentes y los cuerpos de sus adversarios aplicándoles la tortura, el terror de la persecución y las vejaciones producidas por las bestias a su mando.
¡Ya nunca más!