GAIA REVISTA LOGIA

Surge en 1969 cuando el investigador británico James Lovelok plantea, la “Teoría Gaia”, publicada posteriormente en 1979. En la cual establece que el planeta Tierra o “Gaia”, es un organismo autorregulado mediante un sistema de salinidad oceánica, control de la temperatura y composición atmosférica.

Se dice que Lovelock, estaba trabajando en su teoría cuando se lo comentó a su homologo, el escritor británico William Golding, quien sugirió que la denominase “Gaia”, en referencia a la diosa griega de la Tierra (Gaia, Gea o Gaya).

Esta teoría se basa en la homeostasis (1) de dicho cuerpo “la Tierra”. La cual, le permite vivir y sobrevivir a los diversos embates, muchas veces originados por caprichos de sus habitantes racionales, los seres humanos.

Dicha regulación según Lovelok sucede como un fenómeno, una situación “anormal” de nuestra atmósfera. Comenta que como resultado de las relaciones existentes entre la tierra, su tamaño y distancia de ésta con el sol, la atmosfera debería tener una temperatura de 240 a 340 °c y que la composición de gases tendría que ser distinta, además tendría que haber 97% de hidrogeno, mientras que hay alrededor de 77%, no debería tener tanto oxígeno y tiene casi 22%.

Dicho equilibrio se logra con la ayuda de los gases provenientes de la tierra misma, cuya acción mantiene un equilibrio perenne y perfecto, lo cual crea, facilita y hace continúa la evolución de la vida en sí. Hablamos de gases como el metano (2).

Dado lo anterior, sería posible que dicha regulación “automática” o “programa permanente” establecido en la tierra para su funcionamiento le ha permitido que está sobreviva, al igual que nosotros sus habitantes o bien, dicho de una forma más adecuada; sus “vecinos”. Así como adaptarnos a los distintos y fuertes cambios climáticos, sociales, emocionales, etc. Originando de la homeostasis una simbiosis. Una asociación dependiente, directa y concatenada de la multiplicidad de organismos existentes. De ser así; la composición atmosférica sería otra muestra fehaciente de la existencia práctica de los siete principios herméticos.

Parafraseando el segundo de estos, el cual menciona que: “Como abajo es arriba, como arriba es abajo”. Principios por cierto tan sencillos, tan simples en el saber, empero tan difíciles, y tan complejos en el comprender.

Y surgen entonces interrogantes: ¿Podría fungir dicha teoría como un programa permanente de autorregulación, fuerza y estabilidad que se sucede continuamente? ¿Dicha teoría contradice la teoría Darwiniana?

LA NATURALEZA DE TODAS LAS COSAS

Anterior a la teoría en mención, existió “De Rerum Natura” o “La naturaleza de las cosas”, el cual es un poema escrito en el siglo I a. C. por Tito Lucrecio Caro; dividido en seis libros, en los cuales, el autor proclama la realidad del hombre en un universo sin dioses e intenta liberarlo de su temor a la muerte.

Lucrecio Caro señala a la naturaleza como principio creador y organizador de todo lo que existe.

Es decir, que el mundo fue creado y programado para que funcione por sí mismo, en ningún momento autómata, pero si autónomo. Se mantiene, regula y depura a sí mismo. Es aquí, donde se podría hallar el sentido, la razón de ser de su acción-reacción, homologa a la del ser humano, cuando su organismo rechaza, aquello que no le pertenece o que altera su perfecto equilibrio.

Amable lector, pudiera ser que todo necesita ser retroalimentado constantemente, y así lograr su avance en todos los planos. El agente propulsor de su salto cuántico – evolutivo. El despertar de la conciencia que hará comprender que: “Cuando una verdad es demasiado fuerte para ser divulgada tiene que ser transmitida como leyenda”. Y que por lo tanto en dicha teoría, pudiera hallarse una metáfora, mediante la cual se intenta expresar aquella verdad o verdades que la ciencia aún no logra interpretar.

¿Es tal vez “La Gaia”, una teoría en donde los Homo Sapiens podrían ser las células de la Tierra y que en su afán de orgullo infundado y falta de conciencia atentan contra su propio hogar?

Dichas células probablemente desconocen o hacen caso omiso de que este hogar u organismo puede alcanzar niveles críticos para subsistir. Que como toda maquinaría que resulta forzada, puede cesar en sus funciones, y sería en ese momento, cuando la agonía de este organismo, fuera propia de las células mismas.