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LA VIDA COMO ESPIRAL ABIERTA. CONSUMO Y ÁISTHESIS REVISTA LOGIA

LA VIDA COMO ESPIRAL ABIERTA. CONSUMO Y ÁISTHESIS

SEGUNDA PARTE

Por Diego Alejandro Ramírez Mendoza

“La naturaleza ya no es un tesoro a saquear, una fuerza a explotar sino un interlocutor digno de ser escuchado y respetado”

Gilles Lipovetsky

Bien, pues continuemos con nuestro ensayo sobre la estética y el sentimiento de goce. Tal y como lo prometimos en la entrega anterior, en esta segunda parte trataremos de brindar una conclusión lo suficientemente clara como para que quede claro que el cuerpo es una unidad en toda su concreción, misma que interactúa de manera estrecha, dialéctica y bilateral con su entorno, mismo que es captado como la fuente de realización de la vida del viviente que interactúa con él. Pero, además, trataremos también de que el concepto de ásthesis se entienda y no quede ningún cabo suelto.

En la primera parte de este ensayo, dijimos que estábamos muy interesados en explorar y hablar sobre la concepción duseliana (del filósofo Enrique Dussel) de la vida y la estética. En sus 18 tesis de estética (texto que no ha sido terminado por el doctor, pero cuyas páginas culminadas hasta el momento no dejan escapar temas que antiguos filósofos no distinguieron correctamente —según las palabras del autor— al tratar el mismo tema), nuestro filósofo escribió que

"El ser humano, su corporalidad viviente, descubre la belleza y se emociona gozosamente ante ella unitariamente en todo su ser corporal y espiritual (si por espiritual se entienden las actividades neuronales superiores del cerebro). Cambia ante la belleza de la cosa real el tono, sintiendo alegría y pasión que se experimentan en un sentimiento corporal. Ontológicamente se abre a la belleza del mundo como totalidad. Ónticamente capta emocionalmente la belleza de cada cosa real que se comprende en el mundo, no ya ahora como totalidad, sino como parte; parcialmente, entitativamente. Es la belleza de las meras cosas reales (o ficticias con sentido) que alegran la existencia cotidiana. La alegría es la denominación de una pasión que expresa del gozo ante las cosas bellas. No es solo el mero placer de la sensibilidad, sino que es también el anhelo de lo que causa ese placer en tanto esperado y sentido en un presente futuro; es un placer reflejado, una reflexión autoconsciente, que se goza de estar gozando (Dussel, 2021, p. 29)".

Nuestro autor nos deja muy claro la importancia de pensar en los vivientes humanos como totalidad en tanto carnalidad orgánica en donde mente y cuerpo no están separadas, sino juntas y conformando a una persona en toda su concreción, por lo que siente apasionadamente la alegría de estar vivo cuando come una dulce fruta y gusta su dulce sabor (ontológicamente), pero también es capaz de identificar aquellas frutas que son captadas como fuente de vida, presente y futura, porque las distingue de otros objetos que no son aquellas frutas (ónticamente) y también es capaz de reflexionar que está sintiéndose gozoso debido al cumplimiento de una necesidad que nombra y sobre la que teoriza y puede escribir libros (intelectivamente). Así, intelectividad, volición y sensitividad son capas importantes del Ser que se antojan inseparables para el correcto proceder de un ser humano.

Es por todo esto que elegimos a este autor en particular y no a otro, su pensamiento adquiere absoluta relevancia en el marco de un mundo sumido en crisis que clama por un cambio de perspectiva. Hemos sido testigos de las consecuencias que ha traído a nuestro mundo el tratar de “filtrarlo” únicamente mediante la razón, olvidando que la vida se goza y se impone como primer criterio de verdad cuando el viviente constata que aquello que ha elegido para alimentarse le ha permitido reponer materia y energía en lugar de provocarle algún daño. Al respecto, Dussel (2013, pp. 28-29) sostiene que “el sujeto necesitado puede equivocarse e ingerir algo venenoso como si fuera alimenticio. Ese error, o no-verdad, puede causarle la muerte. En ese caso, la vida se transforma en el primer criterio de verdad (aún del conocimiento teórico, y evidentemente del práctico o del económico)”.

Así, el ser viviente se abre al mundo como totalidad, retando a las concepciones más arraigadas en el imaginario cultural que tienden a atender a dualismos del tipo: mente-cuerpo, sujeto-objeto, y aunque no pretendemos ahondar en el tema en el presente trabajo, no podemos negar que la concepción que este filósofo propone de la vida nos parece bastante atractiva. Es muy interesante como Enrique Dussel pormenoriza la manera en la que los seres humanos se ven inmersos en un proceso circular que comienza cuando éste, como consecuencia de su vulnerabilidad, siente el malestar provocado por una necesidad que se expresa como falta de…, como una negatividad que indica la ausencia de materia y energía, misma que necesita ser repuesta sin que se prolongue aquella falta de… para que el proceder de dicho ser pueda continuar con normalidad y sin interrupciones.

Lo anterior deja claro lo siguiente: si bien es cierto que en el universo la materia y energía, al menos cuantitativamente, permanece igual en tanto que no se crea ni se pierde, ésta sí se transforma de ciertos elementos en otros y, con respecto a la vida humana, también está disponible para el consumo de hombres y mujeres que los metabolizan con el propósito de reestablecer lo perdido y poder seguir viviendo con normalidad. Aunque, como dijimos en las primeras páginas de este trabajo, una vez que los recursos de la naturaleza son consumidos, estos no pueden recuperar su estado inicial, por lo que pasan de la utilidad a la inutilidad que debe ser desechada acelerando así la entropía del entorno; en cambio, el ser humano sí puede reestablecer su energía y materia perdida (glucosa o lípidos perdidos, por ejemplo), diferenciándose así de la Tierra misma. Mientras en el universo se acelera la entropía, la vida del ser humano es un proceso anti-entrópico en tanto que, insistimos, éstos “gustan o les agrada el sabor dulce [de un alimento como la fruta], el chocolate, el azúcar, la glucosa, porque contienen energía que repone, por un proceso anti-entrópico, la energía de la vida del viviente” (Dussel, 2021, p. 24).

Sin embargo, lo que a nosotros nos interesa es hablar de lo que conlleva en los vivientes el hecho de la necesidad, misma que se produce, una vez más, cuando hay una falta de…. El ser humano posee un cerebro muy complejo, mismo que es cognitivo-sintiente. Así, la necesidad se hace presente (principalmente en el sistema límbico del cerebro) a manera de negatividad o falta física de un satisfactor que la pudiera, en efecto, aliviar (reponer materia y energía). Debido a ello, el viviente se ve obligado por la sensación de malestar (que bien puede presagiar la muerte si se prolonga por varios días sin ser atendida), a buscar aquel satisfactor para poder reponer lo faltante. Al respecto, nuestro autor comenta que esa búsqueda constituye una intención fenomenológica original, y ello porque para el que padece la falta, todo en su entorno, en ese momento, se aparece como posible satisfactor que ha de ser experimentado para constatar si es o no fuente de vida (ya que también puede ser causa de muerte si lo que ingiere está en mal estado o posee propiedades de suyo venenosas). Pero también porque lo que se come produce un atemperamiento a la realidad como gusto o disgusto, como vida o como muerte; si el necesitado se siente mejor, la cosa real será para él un satisfactor, pero si lo enferma no lo será nunca.

Ahora bien, cuando Dussel habla de aquella intención fenomenológica deja entrever que la experiencia de la vida de un viviente conlleva implícitamente una cuestión ética muy importante: el dar al necesitado para evitarle la posibilidad de muerte que conlleva la búsqueda del satisfactor, porque puede que lo ingerido cause la muerte y no la vida. Y, además, no podemos dejar pasar el hecho de que “no hay persona aislada o meramente individual, pero tampoco persona colectiva. No existe de origen, ni individuo ni identidad yoica ni otros, no obstante, vamos siendo lo que somos en el trato y en el cuidado de esos otros” (Millán, 2014, p. 70). La realidad de la cosa real como satisfactor es aprendida y aprehendida como fuente de vida o fuente de muerte por los otros sujetos que transmiten dicha información a “los nuevos” para evitarles así el riesgo que conlleva dicha búsqueda, por lo que las cosas reales servidas en la mesa, o bien, encontradas en la naturaleza como ya dadas, se aparecen como bellas en tanto que las propiedades físicas que son de suyo de dichas cosas, son gustadas por el hambriento que capta en ellas la posibilidad de reposición de materia y energía, constituyéndolas así como un satisfactor, mismo que será desechado cuando devenga en inútil y se requiera emprender la búsqueda y consumo de un satisfactor nuevo para continuar viviendo.

Sobre el acto vital del consumo humano como reposición de materia y energía (que nos lleva a hablar, recuérdese, de la vida como un proceso anti-entrópico), nuestro filósofo, en sus 16 tesis de economía política (2013, p. 30) sostiene lo siguiente (de nuevo colocaremos una cita larga, pero muy esclarecedora. De paso, nos disculpamos por alguna otra posible cita larga que pudiera aparecer en el resto del trabajo):

Consumir, en su significación primera físico material, significa negar a la cosa real en su ser de cosa independiente e incorporarla, subsumirla en la interioridad de la misma corporalidad humana (el pan que es introducido en el órgano bucal, para desde allí desarrollar todos los momentos de la digestión hasta su ingestión intestinal). Esta ingestión es reposición de energía y de otros momentos materiales anteriormente negados (consumidos por el proceso metabólico de la vida), y por lo tanto es reposición o reproducción de la vida. Se repone lo consumido (en el proceso vital) por el consumo (de la cosa con valor de uso).

La cita anterior nos lleva a hablar de otro aspecto importante, el valor de uso. Dicho valor no se encuentra dado ni es inherente a la realidad de la cosa real, sino que es asignado por el viviente que capta en él la fuente de realización de su propia vida, es decir, no es un asunto óntico ni teórico, sino pragmático, porque le sirve para…. Ello nos revela la relación dialéctica e indisociable que existe entre el viviente y su nicho, relación que es indispensable para la vida misma como un proceso vital, ya que, si no hubiese viviente que percibiera, que descubriera a la cosa real como fuente de un aspecto de su vida (que la incorporase del cosmos al mundo) gracias a las propiedades físicas del mismo que son de suyo naturales, ésta no se convertiría en objeto de necesidad y no podría ser considerada como un medio para la reproducción de la vida y, por lo tanto, con un valor de uso (distinto al valor de cambio, son cosas distintas).

La relación vital de la que estamos hablando se da primeramente en un estado paradisiaco y anterior a todo sistema económico en donde el viviente debe producir los bienes que la naturaleza ya no le provee, bien sea porque no se da naturalmente lo necesitado, o bien, porque comienzan a escasear. Sin embargo, eso no quiere decir que la vida sea un proceso meramente circular de consumo, búsqueda de satisfactor (valor de uso), reposición de materia y energía; es más bien un espiral abierto que también deja residuos y negatividades que afectan a la Tierra (acumulación de desperdicios —inútiles—) acelerando su entropía, al tiempo que la vida del viviente es anti-entrópica. Al respecto, Enrique Dussel dice lo siguiente:

Consumir no solamente es subsumir materia y energía en el ser viviente, sino que es igualmente un momento entrópico terrestre por el que cierta materia y energía son transformadas en residuos, basura, cosas inútiles que ocupan lugar y que habrá que soportarlas para siempre en la Tierra. Es el efecto de un proceso entrópico que la economía moderna (y actual) se niega a aceptar como necesaria. Es el inevitable efecto negativo de la vida. Por ello no es un círculo vital, sino más bien una espiral abierta, en donde el proceso de la vida que crece radica y se nutre de una espiral invertida que va disminuyendo sus cualidades (valores de uso) consumidas por el proceso vital (Dussel, 2013, p. 32).

Todo lo que hemos dicho hasta ahora con respecto de la vida según el sistema filosófico de la Filosofía de la liberación se puede modelizar de una manera muy sencilla y reveladora a partir de sus conceptos clave. Pero antes de mostrar la modelización, quisiéramos decir que esta misma aparece en las 16 tesis de economía política de nuestro autor, nosotros estamos tomando su modelo prestado y hemos pretendido explicarlo en los anteriores párrafos, pero ello no nos da ningún derecho sobre el gráfico, pues lejos está de ser de nuestra autoría. Hecha la aclaración, mostramos el esquema en seguida (fig. 1).

Repasemos brevemente lo que el gráfico nos deja ver: el viviente requiere que se cumplan ciertas condiciones específicas para que su vivir pueda proceder con normalidad y sin que se vea interrumpido. Una necesidad fundamental, la primera de todas, tiene que ver con la reposición de materia y energía, misma que se pierde por el simple hecho de estar viviendo. Esa necesidad, que bien puede expresarse, manifestarse como un dolor o molestia, empuja al viviente a buscar un satisfactor para ser consumido y aliviar dicha necesidad (el dolor deviene alivio, es una negación de una negatividad); si dicha cosa real, gracias a las propiedades que son de suyo naturales, alivia ese dolor producido por la necesidad como falta de…, será captado como fuente de la vida del viviente antes necesitado debido a que el satisfactor le sirve para…, es decir, tiene valor de uso y es materia útil, porque se metaboliza al interior del cuerpo del sujeto en forma de nutrientes aprovechados para vivir. Sin embargo, dicha cosa real aprovechada y útil, se vuelve inútil cuando ya no le sirve más al sujeto que la ha aprovechado antes, bien sea porque la ha desechado biológicamente, o porque el artefacto ya no cumple una función requerida.

Lo anterior dicho deja claro dos cosas: la primera es que el valor de uso es establecido por la subjetividad que capta la realidad de la cosa real como útil en tanto que las propiedades físicas que son de suyo naturales satisfacen una necesidad que se le aparece pulsante a dicho viviente, pero no porque la cosa sea útil a priori. La segunda tiene que ver con un aspecto negativo, y es que por más que se hable de que la cosa real es bella por ser fuente de vida, también hay que aceptar y decir que ésta, en su estado inútil, debe ser desechada como porquería que afecta a la Tierra misma, causando contaminación o crisis ecológicas y de salud, por ejemplo. Enrique Dussel (2021, p. 20), consciente de ello, en sus 18 tesis de estética, nos dice que hemos de tener mucho cuidado y ser críticamente responsables con respecto del mal que el manejo acrítico de la vida puede causar sobre “nuestro hogar”, es decir,

Tales como el aumento de la temperatura de la atmósfera, la contaminación del aire que se respira, la presencia de millones de toneladas de basura en los océanos, el aumento de los “agujeros de la capa ozono” en la estratósfera, la subida del nivel de los mares, la frecuencia de diversos virus cada vez más peligrosos producto del sistema alimenticio en manos de empresas que obtienen mayor ganancia del capital poniendo en crisis la salud de la humanidad, etcétera.

Volvamos entonces a recuperar un concepto sobre el que prometimos volver más tarde: la áisthesis. ¿A qué nos estamos refiriendo cuando la nombramos? Veámoslo de manera breve. Cuando hablamos de la áisthesis nos referimos a la emoción de la subjetividad viviente ante la realidad de la cosa real subsumida del cosmos al mundo. Corriendo el riesgo de parecer repetitivos diremos que la belleza significa captar la realidad de la cosa real como fuente de un aspecto de la vida del viviente, y que le gusta porque le produce un tono de alegría (áisthesis) al impactar en su subjetividad como viviente, al permitirle recuperar, por ejemplo, la energía que ha perdido por vivir. Así, la manzana que descubre como fuente de vida con su vivo color rojo y demás propiedades que son de suyo, le permite seguir viviendo por sus nutrientes que reestablecen su energía.

Ahora bien, al respecto, el filósofo Xavier Zubiri es muy claro y dice bien en tanto que establece algo que es fundamental para entender la experiencia estética: el gusto y el disgusto no son dos sentimientos más, sino que son, de hecho, dos cualidades que tiene todo sentimiento en tanto que atemperamiento a la realidad. Al respecto Zubiri (1992, pp. 344-345), en su texto intitulado: Sobre el sentimiento y la volición, sostiene lo siguiente:

empléese el vocablo que se quiera, fruición, complacencia, goce; es igual. El goce está en el momento de actualidad de lo real; no es, pues, puramente un sentimiento más como todos los demás […] En todo goce, la cosa real «queda», se actualiza en una cierta forma. Pero, naturalmente, hay muchos modos de quedar y muchos modos de fruición. Por ejemplo, yo puedo tener la fruición de una manzana muy buena, estupenda, muy madura, de gran sabor, etc. Tengo una fruición auténtica, real […] Pero de esta manzana real, que a mí me produce la fruición son las cualidades que esa manzana tiene, su sabor, si me sienta bien, si me sienta mal, la agradable compañía en que la puedo comer, etc. Se trata, pues, de un atemperamiento a la realidad por razón de las cualidades que tienen las cosas reales. Es un tipo real y efectivamente auténtico de fruición.

Así, la artística resulta ser productiva, pues es la intervención del viviente (no sólo humano) en la naturaleza con el fin de modificarla (como cuando un pequeño pájaro, aún desde su ‘mundo pobre’, participa de una proto-poiética y proto-artística cuando confecciona su nido en la copa de un árbol para que habiten, junto con él, sus crías. Pero también cuando el ser humano pinta grandes murales, o bien, pinturas rupestres que expresan el proceder de su vivir día con día, al tiempo que dotan en sus pinturas de cualidades exaltadas a la naturaleza), mientras que la áisthesis es de carácter contemplativo, pero no productivo (como el pájaro que, después de haber pasado una noche que lo dejaba desprotegido y a merced de posibles depredadores que cazaban en la oscuridad, cuando sale el sol le canta o le baila como agradeciéndole por devolverle la luz que necesita para estar más seguro, a salvo de depredadores nocturnos, pero también por calentarlo, ya que éste siente el calor del astro caer sobre sus plumas anunciando la llegada del día —véase el caso del canario da Mata, quien baila cuando el sol sale por la mañana—. Pero también del infante que se alegra cuando sus padres le compran el dulce que más le gusta y éste impacta en su subjetividad por su rico sabor, o aún el del artista que observa su obra terminada que es gustada por su comunidad).

Todo lo anterior, insistimos una vez más, deja clara la necesaria relación dialéctica: organismo-nicho, esto porque para que se pueda despertar esa emoción debe existir una subjetividad sobre la cual puedan impactar las propiedades físicas de las cosas reales. Si no hubiese nadie que captara o que incorporara a su mundo lo real actualizado como bello por ser fuente de vida, la cosa real no tendría un sentido y viceversa. Al respecto, el doctor Dussel (2021, pp. 23-24) establece lo siguiente:

De manera que la belleza es un momento objetivo, […] con mayor precisión: cósico, que se manifiesta solamente a una subjetividad viviente. […] Si no hay vida ni seres vivos (vegetales, animales, humanos) la belleza no se manifiesta, porque dicha cosa real no es todavía fuente de vida (simplemente porque no hay vida). Pero el viviente no crea la belleza, sino que la descubre como ya dada en las meras propiedades físicas como condiciones de la propia vida, y al mismo tiempo como un momento de suyo de la realidad misma de la cosa real; descubrimiento y sensibilidad cuyo sentido es su contemplación emotiva (sin otra finalidad, como por ejemplo en la utilidad que tiene un objetivo pragmático o de mera utilidad).

Ahora bien, lo que hemos dicho con respecto a la áisthesis es también modelizable, pero muy como con el primer gráfico presentado, antes tenemos que advertir al lector que el segundo que presentaremos a continuación tampoco es de nuestra autoría, sino que fue extraído de otro de los textos del filósofo latinoamericano, concretamente de sus Siete ensayos de filosofía de la liberación, para ser más específicos, del capítulo que se intitula: Siete hipótesis para una estética de la liberación. Una vez aclarado el asunto mostraremos el esquema a continuación (fig. 2).

Repasemos brevemente los elementos que conforman el esquema: la cosa real tiene propiedades físicas que son de suyo naturales, ellas conforman la realidad de una cosa real que es incorporada del cosmos al mundo por un sujeto al que se le aparecen como un objeto representado en forma de una manzana, por ejemplo. Dicha manzana es gustada por la subjetividad hambrienta e interpretada como fuente de la realización de su vida en tanto que le causa un tono de alegría —áisthesis— cuando impacta en sus papilas gustativas y desprende un dulce sabor. Luego entonces, la manzana se constituye como bella porque alivia un dolor que avisa que se ha producido una carencia en el cuerpo de dicho sujeto, misma que se ha dado en llamar hambre y que produce un malestar en el estómago de éste y, por lo tanto, requiere ser calmado con un satisfactor —la manzana— que deviene bello, porque representa la calma de un malestar que, de no ser atendido, podría provocar la muerte del sufriente. Pero, además, es bello porque, gracias a su forma, color y olor, llama la tención de la subjetividad que interpreta a esa cosa real como posible satisfactor.

Sin embargo, tanto la cosa como el viviente están sometidos a una relación dialéctica al requerirse mutuamente para, por un lado, ser reconocido como bello y, por el otro, constituirse como útil e integrado a un mundo de una subjetividad específica. Si alguno de los dos está ausente, alguno de los dos momentos de la relación quedará incompleto rompiendo así la relación misma (simplemente porque no habrá vida que incorpore la cosa al mundo, o bien, cosa que pueda ser incorporada a ese mundo).

En fin, a lo largo de estas páginas pretendimos rescatar las concepciones dusselianas según a partir de las cuales la vida procede, la belleza y el consumir, pues como él mismo lo dice: “Vivir es consumir” (Dussel, 2013, p. 28) y,

la estética gana en claridad y voluntad ya que partiendo del descubrimiento de la belleza como la disponibilidad de las cosas reales y las obras de cultura como mediaciones adecuadas para la vida, según la áisthesis, ahora se exige deónticamente practicar la acción estética para afianzar la Voluntad-de-vida (Lebenswille), que es también el contenido de la misma estética (Dussel, 2021, p. 80).

Consideramos oportuno hablar del tema porque creemos (salvo la mejor opinión del lector) que recuperar nuestras propias raíces y sus conceptos fundantes nos darán la oportunidad de hacerle frente de una manera amable, crítica y positiva a la crisis de sentido, de salud y económica (entre otras) que estamos viviendo. Además, pensamos que Enrique Dussel es muy claro en sus planteamientos, mismos que, como vimos, tienen correlatos empíricos muy claros, pues reflexionan en derredor a la necesidad humana y la vinculan con la emoción sentida por los vivientes (humanos y no humanos) al satisfacerla. Pero, además, demuestra que emoción y razón no “habitan” bifurcados en dominios neuronales distintos, sino que lo hacen conformando un solo cuerpo en toda su concresión, motivando las acciones de hombres, mujeres y otros seres vivos que, lo sepan o no, están involucrados (bellamente) con su entorno, mismo con el que se transforman a lo largo de todas sus vidas desde la absoluta coherencia de su propio vivir.

Finalmente, si para los modernos era indiferente que el alma poseyera un cuerpo, para Enrrique Dussel, no puede haber actividad humana si no hay actividad senso-corporalmente cognocente.

Referencias y lecturas recomendadas:

Carbajosa, D. (2020). Construcción de ciudadanía durante el confinamiento: Una labor educativa. En Educación y pandemia. Una visión académica (p. 170). Ciudad de México, México: Universidad Nacional Autónoma de México.

Dussel, E. (2021). 18 tesis de estética.

------------ (2020). Siete hipótesis para una estética de la liberación. En Siete ensayos de filosofía de la liberación (pp. 156-196). Madrid, España: Trotta.

------------ (2013). El ciclo espiral de la vida. Necesidad, valor de uso y consumo. En 16 tesis de economía política (pp. 25-35). Buenos Aires, Argentina: Docencia.

------------ (1998). Ética de la liberación (p. 11). Madrid, España: Trotta.

García, D. (2020). Virus no tan “democrático”. El País. Recuperdo de: https://elpais.com/elpais/2020/03/19/opinion/1584627363_620196.html

Millán, M. (2014). Reflexiones en el umbral: Comunicación interpersonal y comunicación intersubjetiva. En Comunicación Humana en tiempos de lo digital (p. 70). Ciudad de México, México: Universidad Autónoma Metropolitana/Juan Pablos Editor.

Robberechts, L. (1968). La interdependencia. En El pensamiento de Husserl (p. 69). Ciudad De México, México: Fondo de Cultura Económica.

Zubiri, X. (1992). El sentimiento estético. En Sobre el sentimiento y la volición (pp. 344-345). Madrid, España: Alianza Editorial/Fundación Xavier Zubiri.